UN ESCRITOR SE CANSÓ DE NO TENER ÉXITO ALGUNO (MICRORRELATO)

UN ESCRITOR SE CANSÓ DE NO TENER ÉXITO ALGUNO (MICRORRELATO)

Matías Morales enviaba continuamente sus libros a distintas editoriales y todas se los rechazaban. Unas pocas de ellas, dirigidas por editores comprensivos y educados, le devolvían los ejemplares acompañados de unas líneas amables explicándole que la temática de su obra no entraba dentro de su línea editorial o que tenían ya seleccionados los libros que editarían a lo largo de los próximos dos años. Las editoriales desconsideradas, que eran mayoría, no se molestaban en contestarle y, despectivamente tiraban a la papelera novelas que a él le habían significado varios años de arduo trabajo.

Para no morirse de hambre, Matías trabajaba, por libre, como redactor publicitario durante los cortos periodos de tiempo que lo contrataban.

Finalmente, cansado de tanto fracaso cayó en la desesperación y para que su trabajo llegase a la gente abría la ventana y con un megáfono en una mano y un libro escrito por él, en la otra mano, leía en voz alta un capítulo, siempre a la misma hora para convertir en asiduos seguidores a los transeúntes que circulaban cerca de la ventana de su pobre apartamento.

Alguno de los viandantes se paraba un momento, por curiosidad, y luego seguía su camino, Alguno realizaba el gesto de creerlo loco llevándose un dedo a la sien y haciéndolo girar.

 Desde detrás de la persiana de su habitación una joven llamada Lorenza Tena, así oculta, lo escuchaba con enorme admiración.  Esta joven buscó encontrarse con él.  Lo consiguió una mañana en la pequeña tienda de ultramarinos existente en aquel barrio antiguo donde ambos vivían.

Lorenza lo saludó tímidamente, y Matías le respondió del mismo modo. Él abandonó la tienda con una bolsa dentro de la que llevaba dos melocotones e igual cantidad de plátanos. Ella no compró nada para así poder salir del establecimiento con él.

Durante algunos segundos caminaron juntos sin que ninguno de los dos hablase. Luego ella, decidiéndose, dijo:

—Escucho todos los días esas novelas tan bonitas que usted lee, con su agradabilísima voz, todas las mañanas a las ocho. A veces, por culpa de algunos capítulos especialmente largos llego tarde a mi trabajo.

—Lo siento —lamentó el escritor—. En adelante los capítulos largos los dividiré en dos para que usted no llegue tarde al trabajo y la regañen.

—No me regañan porque el encargado de la empresa es tío mío, pero ocurre que los dos damos mal ejemplo al resto del personal.

—Lo siento —repitió él—. ¿Me permite el atrevimiento de preguntarle de qué trabaja usted, señorita?

—Soy secretaria. Me llamo Lorenza, Enza para los amigos.

—No somos amigos, pero me gustaría que lo fuésemos y llamarla Enza.

—Pues si quieres que seamos amigos empieza a tutearme.

—De acuerdo. ¿Te gustaría leer alguno de mis libros sin tener que esperar a que yo los lea por mi megáfono?

—Muchísimo. Me gustaría muchísimo.

—Pues si vienes ahora a mi casa te prestaré el último que he escrito.

—Ahora no puedo hacerlo. Tengo que irme corriendo a mi trabajo ya he llegado tarde un par de veces esta semana por quedarme a escuchar capítulos de tus libros. Termino mi jornada a las cuatro de la tarde.

—Pues ven a mi casa cundo termines y te lo prestaré entonces.

Así lo hizo Enza. A la segunda vez que ocurrió lo mismo, ella no se marchó del apartamento de Matías hasta la mañana siguiente, dando muestras de cansancio y de felicidad.

Ellos dos, se entendían tan bien en lo íntimo y en lo que no lo era, que terminaron decidiendo vivir juntos. Matías siguió escribiendo, prácticamente para Enza, y como el trabajo de él no era estable, Pablo, el tío de ella, lo colocó de escribiente en la empresa que él dirigía. Juntados los sueldos de ambos, Enza y Matías vivían holgadamente. Y en la práctica él creaba libros para que los disfrutase ella y resignado decía:

—Nadie se muere por no ver realizado un sueño, por importante y bonito que ese sueño sea. Ni tampoco, por ello, considerarse un fracasado. He encontrado la felicidad contigo y ese es el mayor éxito que tengo seguro en la vida.

--Yo, al contrario que tú, tenía el sueño de ser amada por un escritor, y lo he conseguido.

(Copyright Andrés Fornells)