UN DOMINGO POR LA MAÑANA (Microrrelato)

Era domingo. La soledad me envolvía con su opresora presencia. Yo había terminado de desayunar. Lavé los cacharros empleados. Afuera estaba diluviando. El agua golpeaba con violencia los cristales de la ventana de la cocina, enturbiándome la visión de los edificios que a pocos metros de mi vivienda alzaban sus feas moles del barrio obrero en el que yo vivía.
Me entró una tristeza profunda, lacerante, insoportable. Eché de menos a Laura tanto, tanto, que decidí era un momento tan bueno como cualquier otro para hacer las paces con ella. Marqué el número de su móvil. Me temblaban las manos y las piernas.
—¿Te ocurre algo, Alberto? —respondió ella con voz temblorosa, evidenciando preocupación por mí.
—Me ocurre algo muy grave, Laura. Si no te veo esta mañana creo que voy a morir.
—Corre, ven a mi casa y salva tu vida, cariño —me apremió ella con avidez.
Cogí las llaves del coche y abandoné mi apartamento. Jamás antes sentí más ligeros mis pies ni más excitado mi corazón. Cuando llegué donde tenía aparcado mi coche, estaban empapadas mis ropas, chorreaba mi pelo, mis mojados zapatos chillaban, pero lo único que me importaba en aquel momento era lo feliz que yo me sentía.

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