UN BESO SOÑADO (HISTORIAS SIN EROTISMO)

Hoy encontré este escrito en una libreta muy antigua:
Anoche terminaron las fiestas de mi pueblo. Los amantes de los fuegos artificiales, tracas y cohetes le amargaron la noche a mi perro con los estruendos que armaron. Tuve que calmarle un montón de veces. Ladraba y lloriqueaba. Me conmovió asimismo mirada triste, interrogante: “¿No podéis los humanos divertiros sin atormentar los oídos de las criaturas de Dios que andamos a cuatro patas?” Le dije que hacíamos cosas muchísimo peores que hacer ruido. Guardé para mí, no queriendo aterrorizarle, las atrocidades que somos capaces de hacer contra la hermosa Naturaleza y contra nosotros míos.
Finalmente, a las dos y pico de la madrugada me dormí escuchando a Carlos grardel, el cantante favorito de mi abuela Vicenta.
Y para felicidad mía soñé que ella y yo estábamos de nuevo en un frondoso bosque recogiendo setas. Ella se sabía los nombres de todas ellas, desde las abundantes a las más raras: boleto de pino, robellones, colmenillas, camargrocs, fredolics, pata de rata, ceps, etc.
Y mientras los recogíamos, mi abuela Rosa, me cantaba tangos. Había uno en el que ponía tanto sentimiento que me hacía llorar. Era el tango “La Cieguita”. Creo que ese tango, muy especialmente, influyó notablemente en el desarrollo de los buenos sentimientos que, a pesar de los pesares, todavía conservo.
Hoy desperté alrededor de las nueve de la mañana. Fue después de que a mi súplica de se quedase más tiempo conmigo mi abuela Rosa me dijera, entristecida al igual que yo: <<Lo siento, Andresito, pero no me permiten estar más tiempo contigo>>. Y se despidió de mí con un beso, uno de esos besos que transmiten directamente ternura infinita, desde el corazón a los labios.