UN ASNO MUY ASNO (RELATO)

UN ASNO MUY ASNO (RELATO)

Mustafá el-bueno era un campesino muy trabajador, justo y bondadoso. Llegado a la ancianidad miraba de vez en cuando a su burro, al que tampoco le restaba mucha juventud, y agradecido por lo fiel y laborioso que durante años había sido este animal con él, en momentos en que el sentimentalismo le invadía el corazón solía decirle:

—Si consiguiese algo de riqueza, no te haría trabajar más y te daría la vida ociosa y reglada que, por el mucho tiempo que me has servido fielmente y sin una queja, mereces.

Un día, un genio que había salido de una lámpara prodigiosa y no había sabido regresar a ella, atinó a llegar al establo donde estaba el jumento de Mustafá el-bueno y lo saludó:

—Hola, animal con grandes orejotas.

La acémila al que el genio acababa de saludar, encontrando simpática la voz de quien acababa de hablarle, le respondió mostrando una sonrisa que dejó al descubierto la totalidad de sus enormes dientes amarillos, sucios y con muchas ausencias.

—Hola, animal con dos patas.

—Eres un burro sabio —juzgo, equivocadamente el genio, al que nunca ofendía la verdad—. Te voy a favorecer con algo valioso.

Y sacó del desván de las maravillas un capazo lleno de relucientes manzanas de oro y las colocó delante del asno.

—Aprovéchalas bien —le dijo antes de desaparecer tan de repente como había aparecido.

El asno miró las manzanas, las olió y dijo decepcionado:

—Vaya, no son ni verdes ni coloradas y tampoco huelen a manzanas. Deben estar asquerosas. No las quiero.

Y para demostrar de un modo muy evidente su desprecio realizó medio giró y presentándoles su trasero a law manzanas de oro defecó encima de ellas.

Los áureos y valiosos frutos, extraordinariamente ofendidos, desaparecieron regresando a lo invisible.

Por ser tan asno, el burro de Mustafá el-bueno, trabajó hasta su extrema vejez en que, para sacar algo por él, uno de los hijos de Mustafá el-bueno lo vendió a un carnicero, por casi nada, y bien deshuesadas las explotadas carnes del burro ignorante fueron a parar a los estómagos de los más pobres que comentaron con asco y desprecio:

—Esta carne está tan dura como una correa y sabe a rayos. A saber, de que mala bestia habrá salido.

MORALEJA: La ignorancia puede llevar a quien la posee, a no reconocer la fortuna cuando la tiene a su alcance.

 (Copyright Andrés Fornells)

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