TOMANDO CAFÉ EN UN BAR (Microrrelato)

Me hallaba en la barra de un bar tomando café. De pronto una joven que acababa de llegar de la calle se colocó junto a mí. Percibí inmediatamente que ella olía a algo raro. Pensé por sus ropas totalmente negras y su rostro extremadamente blanco y demacrado pudiese ser olor al humo que desprenden los porros, pues vestía totalmente de negro y poseía un rostro extremadamente blanco y demacrado.
Al chico que atendía la barra, la recién llegada le ordenó con voz autoritaria:
—Ponme un vodka con zumo de tomate. Pónmelo fifty, fifty.
Mientras el empleado se lo preparaba ella se volvió hacia mí y me dijo:
—Me llamo Martirio.
Pensando que ella podía ser una buscona le dije, sin mostrarle simpatía alguna, pretendiendo con ello quitármela de encima:
—¡Qué bien!
Ella encogió levemente sus hombros en un gesto que no supe interpretar, y colocándose de codos encima de la barra esperó a que le sirvieran la bebida que había pedido. Se la sirvió rápido el barman, mirándola con aprensión. Ella bebió un buen trago de aquel combinado rojizo, realizó un chasqueo con los labios interpretable como de aprobación y dirigiéndose de nuevo a mí, manifestó:
—Soy una vampiresa.
Tomándomelo a cachondeo repliqué:
—Pues yo soy un astronauta, de paisano.
Ella esbozó entonces una sonrisa que calificaré de siniestra, y dijo enseñándome sus colmillos manchados de rojo:
—Oye, me están entrando unas ganas locas de pegarte un mordisquito en el cuello. Lo tienes tan sonrosadito y con esas apetitosas venas tan marcadas… Creo que no voy a poder contener mis irresistibles ganas de morderlo…
Aunque odio hacer ejercicio, y muy especialmente por la mañana temprano, escapé de allí corriendo a todo meter. Ya sé que más de uno de esos que van por la vida presumiendo de valientes condenarán, criticarán mi conducta cobarde. Pues bien, permítanme que les diga que amo mi vida y que no me la juego tontamente, porque si algo he aprendido desde mi llegada a este mundo, más contaminado cada día que pasa, es que los valientes suelen morir jóvenes y no pienso imitarles. Llegar a octogenario es la meta que yo aspiro alcanzar. O, con suerte, alguna década más.
Esa misma mañana, en ese bar del que yo hui, murió un hombre por el mordisco de una mujer en cuyo carné de identidad ponía: Martirio Succiones. ¿Hice bien o no en salir de aquel establecimiento disparado como un cohete de feria?
Desde ese día en que tan gran peligro corrí, les he prohibido a todas mis acompañantes femeninas besar mi sonrosadito cuello con sus apetitosas venas tan marcadas.
(Copyright Andrés Fornells)