UN SUPUESTO VIRTUOSO DEL PIANO (MICRORRELATO)

(Copyright Andrés Fornells)
La niña tenía unas piernas muy largas y un vestidito empeñado en no crecer al mismo ritmo que lo hacía ella. La niña calzaba zapatitos viejos que le oprimían los pies. Su madre la había peinado con una cola de caballo que a ella le gustaba cepillase sus mejillas, cosa que conseguí moviendo la cabeza a un lado y a otro. A la niña le apasionaba la música. Sobre todo la que salía de las teclas de los pianos. Uno de los espectáculos que más la maravillaban eran los conciertos que, por la televisión, daban los pianistas.
Aquella mañana su madre la había enviado a comprar el pan. Al pasar por delante de la puerta de una casa que se hallaba en obras se detuvo, curiosa, y vio que dentro de una amplia estancia había un piano. Lo estaba contemplando con admiración cuando apareció un hombre con un mono sucio de polvo y tomó asiento en el taburete situado junto al barnizado instrumento musical.
La niña suspiró ilusionada. De un momento a otro aquel hombre cuya indumentaria no era la que había visto a los virtuosos que actuaban en la televisión, pondría sus manos sobre las teclas blancas y negras y ella gozaría del inmenso placer que le procurarían las notas que crearían ellas.
El hombre levantó con decisión la tapa del piano y sacó de debajo de ella un paquete. El hombre fue desenvolviendo el papel de aluminio que lo cubría, apareció un bocadillo, y comenzó a comerlo con excelente apetito. Al segundo bocado se volvió perplejo hacia la niña que salió corriendo, disgustada, después de gritarle:
—¡Tío tonto!
Aquel obrero de la construcción jamás averiguaría el motivo de aquel insulto y aquella enojada carrera de una pequeña desconocida para él.