SE LO CONFIRMÓ EL HORÓSCOPO (MICRORRELATO)
Nada más entrar en la oficina, Mayte descubrió que su amiga Lina no había cumplido la promesa que le había hecho de no revelar a nadie la confidencia suya de la noche anterior, pues, al poco de sentarse en su mesa de trabajo Mariona, se acercó a ella y con expresión compungida le dijo:
—Qué pena lo ocurrido entre tú y Norberto. Hacíais tan buena pareja.
—Bueno, cosas que pasan —Mayte procurando quitarle importancia a lo sucedido—. Simplemente nos dimos cuenta, a tiempo, de que lo nuestro no funcionaba.
—Descubriste que te era infiel. ¿A que sí? La mayoría de los hombres son unos cerdos —con morbosa curiosidad la compañera.
Mayte, ocultando su indignación, respondió acompañándose de un elegante molinillo con su mano:
—Nada de eso, nena. Norberto nunca ha dejado de serme fiel. Digamos que se nos rompió el amor, ¿vale? Y ahora, si me dejas, tengo que terminar un informe.
Mariona se marchó decepcionada. Mayte conectó el ordenador y sopló con disgusto un mechón caído sobre su frente.
Dos minutos más tarde, para exasperación fue la sentimental Simona, fue quien vino junto a ella y se interesó, contrita, con un pañuelito encerrado en su mano:
—Me parte el corazón saber que Norberto y tu habéis roto. Parecíais nacidos el uno para el otro. Tan bella tú y hermoso él.
Se le estranguló la voz y llevó el pañuelito a los ojos en que engordaban ya las lágrimas.
—No te aflijas, querida. Son cosas que pasan. No es una tragedia. Norberto y yo hemos quedado como buenos amigos.
—¡Oh, es terrible! Si lo vuestro no ha funcionado, con lo enamorados que estabais, lo mío con Genaro será un rotundo fracaso. No voy a salir más con él. Vale más prevenir que curar.
Mayte suspiró hondo. Pidió al cielo paciencia para no estallar y herir a aquella conmovedora tonta.
—Cálmate, Simona. Tú y Genaro formáis una pareja ideal. Los dos sois muy sensibles, sensatos y compartís un amor sublime, perfecto.
Prendió la ilusión en su compañera. Sus grandes, inocentones ojos castaños detuvieron el manantial del llanto.
—¿De veras crees que entre Genaro y yo existe un amor sublime, perfecto?
—Sin duda alguna. Aunque no te lo decimos, te tenemos envidia muchas de nosotras.
—¿De veras me tenéis envida?
—Sí, y mucha. Anda. Ve al cuarto de baño a arreglarte un poco. Se te ha corrido el rímel y te ha quedado la cara que pareces una osita panda.
—¡Que admirable eres, Mayte! Con la desdicha rompiéndote el alma y aun te queda ánimo para bromear —alejándose soltando ruidosos sollozos.
En aquel momento llego Rómulo Pérez, el director, mostrando su cara alargada la habitual expresión severa. Todo el personal fingió hallarse muy ocupado. Respuesta general a sus buenos días. Él se metió en su despacho y todos sus empleados se relajaron. El pájaro había quedado preso en su jaula.
Mayte antes de comenzar la tarea que tenía asignada estuvo navegando en un mar de dudas. ¿Había obrado acertadamente dando fin al noviazgo de más de un año con el bello Norberto? Esta decisión la tomó al decirle él que, cuando se casaran, Elvira, su madre se vendría a vivir con ellos. Y ella aborrecía a mamá Elvira por criticona y por dada a meter sus narices en todo. Convivir con ella a diario le resultaría insoportable. Su novio había argumentado que se acostumbraría a su forma de ser. Y le puso el ejemplo de sus primeros zapatos con tacones altos:
—Seguro, cariño, que los primeros días de ponértelos, a cada paso que dabas creías ibas a caerse de narices al suelo, y ahora los llevas todo el tiempo procurándole a tus piernas un contorno y alargue irresistibles.
Mayte soltó un soplido. Aquellas reflexiones que estaba teniendo le despertaban angustia. Mejor haría arrinconándolas. A partir de aquel momento se concentró plenamente en su trabajo.
Llegada la pausa del mediodía, Mayte y Lina se acercaron a una hamburguesería que frecuentaban. Apreciando el ceño fruncido de su amiga, Lina habló de cosas intrascendentes, y Mayte hizo lo mismo.
—¿Me acompañas al cuarto de baño? —propuso Lina cuando terminaron de comer.
—No tengo ganas. Ve tu sola —rechazó Mayte.
Su amiga se alejó y ella se hizo con un periódico abandonado en una mesa vecina. Buscó la página del horóscopo y, cuando la encontró se puso a leer todo lo referentes a piscis, su signo del zodíaco. Su rostro se fue animando y cuando Lina regresó le dijo dando muestras de excitación:
—Escucha lo que pone aquí, para piscis. “Si el hombre que amas te propone se venga a vivir con vosotros su madre, niégate rotundamente porque esa mujer conseguirá haceros infinitamente desdichados”.
—¿Tú crees en estas cosas? —perpleja Lina.
—Ciegamente. Oye, ¿te has dado cuenta de la insistencia con que nos mira ese tío tan guapo que está solo en esa mesa de enfrente?
—Sí, le he sonreído una vez y me ha devuelto la sonrisa. ¿Como era aquello que a menudo solía decirte tu abuelo?
Mayte tan excitada como ella repitió:
—Mi abuelo Damián me decía: “Nena, eres tan guapa que te bastará dar una patada en el suelo para que te salgan multitud de pretendientes”. Vamos a por él.
Mayte, después de dar una patada en el suelo, cogió el periódico en su mano y ambas jóvenes se dirigieron hacia donde se encontraba el apuesto mozo, que las había estado observando todo el tiempo con ojos cargados de interés.
—¿Quieres este periódico que nosotras hemos leído ya? —ofreció al gallardo desconocido.
Él, sonriendo de oreja a oreja, respondió galante:
—Lo acepto con la condición de que os quedéis a tomar café conmigo.
Ellas tomaron asiento. Inmediatamente la conversación les salió amena, fluida, alegre. Las dos amigas, con un hábil interrogatorio supieron que aquel galán se llamaba Ignacio, era dueño de una cadena de boutiques, su madre llevaba muerta muchos años y además era del signo Tauro, un signo de tierra que compagina muy bien con piscis.
Bendito horóscopo pensó Mayte con creciente ilusión. A Lina no le interesaba este desconocido, ya tenía seguro su porvenir con un banquero feo que estaba loco por ella y además era huérfano.
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