RECORDANDO AL GENIAL MINGOTE

ABC
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Ella era, como tantas otras mujeres, excesivamente confiada. Creía estar haciendo todo lo necesario para que su marido tuviese una vida cómoda y placentera. Cuidaba con esmero de su ropa, le preparaba las comidas que más le gustaban y estaba todo el tiempo pendiente de él. Y para tener confirmación
Justo Pérez era un escritor muy modesto. No le sacaba a su arte ningún beneficio material. Escribía porque le apasionaba, porque le servía de alimento a su alma sensible y ensoñadora. Escribía durante el poco tiempo que le dejaban libre los dos empleos que tenía. A sus familiares y amigos
—Buenas noches —saludó el empleado al recién llegado que iba envuelto en una sábana muy deteriorada y sucia. —¿Es ésta la oficina internacional de reclamaciones? —quiso cerciorarse el visitante. —Ciertamente. Esta es la oficina de reclamaciones. —Mire, vengo a quejarme. Soy un fantasma veterano. Resulta que el castillo donde llevaba
Dos personas acordaron, por teléfono, tener un encuentro delante del escaparate de una librería situada en la parte más céntrica de la ciudad. No se conocían de nada. Entrarían en contacto por medio de una contraseña que se habían dado. Él era joven y apuesto, e iba bien vestido. Ella