QUE NO SONRIERA NO SIGNIFICABA QUE ESTUVIESE TRISTE (MICRORRELATO)

biberon

 

 

 

 

 

Napoleón Nogales era una persona floja, según justificaba él, esto se debía  a que nació un día 1 de mayo. Napoleón empezó a mostrar esta naturaleza suya el primer día de su vida, cuando su amorosa madre le acercó el pecho y él no realizó esfuerzo alguno por chuparlo. La enfermera que atendía en la clínica la sección de maternidad, pretendió tranquilizar a Guadalupe Lozano, su madre, diciéndole:
—Esta reacción de su bebé no es muy normal, pero de vez en cuando (muy de vez en cuando) se da algún caso como éste o parecido.
Guadalupe Lozano se resignó y, con no poco pesar, pues no era lo que ella quería, tuvo que alimentar a su bebé con biberón, que tampoco chupaba y tuvo ella que hacer presión con el envase para que el chiquitín solo tuviese que realizar el esfuerzo de tragar. Y alimentarlo tuvo ella que hacerlo todo el tiempo, ante la absoluta pasividad de él. Y así fue creciendo Napoleón demostrando que nadie había con menos ánimo que él para gastar energías.
Cuando yo le conocí, Napoleón tenía seis años y su madre lo llevaba en una silla de ruedas.
—¿Le nació paralitico? —le pregunté, sintiendo lastima.
—No. Me nació sin ganas de andar —la mujer, resignada.
Me conmovieron los grandes ojos negros, mansos, dulces del chiquillo y le hice cosquillas.
—Parece que no le han hecho gracia mis cosquillas. No se ha reído —comenté, decepcionado.
—No. Mi nene no hace casi nada. Le da pereza todo —dijo su ella resignada, con esa incondicional comprensión que solo podemos encontrar en una madre—. Es un ángel. Duerme veinte horas al día.
—Comprendo.
Les besé a ambos. Se habían ganado mi ternura. Napoleón por ser el niño más perezoso del mundo y su madre por ser la persona más paciente y servicial también del mundo.

Read more