PERDÓN Y CONDENA (RELATO NEGRO)

PERDÓN Y CONDENA (RELATO NEGRO)

PERDÓN Y CONDENA

(Copyright Andrés Fornells)

Ella se hallaba tumbada en la cama del cuarto que había alquilado en un motel de baja categoría. No dormía. Se encontraba demasiado nerviosa, demasiado asustada para poder hacerlo. Los últimos acontecimientos por ella vividos giraban vertiginosamente dentro de su cabeza. Un inevitable temblor recorría todo su joven y hermoso cuerpo.

De pronto escuchó una llave en la cerradura y, alarmada, venció su cuerpo hacia adelante y quedo sentada, con el corazón acelerado y el miedo zarandeándola.

La puerta exterior se abrió y apareció por ella Jury Lewis. Los negrísimos, acerados ojos de él contactaron los ojos azules de Claire Brown. Ella los sintió penetrar en los suyos como si fueran estiletes. Sus próximas, balbuceantes palabras delataron cómo interpretaba ella su presencia allí:

—Te han encargado matarme, ¿verdad?

Era una afirmación, no una pregunta. Jury sacó de la funda de su axila el revólver que allí llevaba y le apuntó con él.

Claire elevó en el aire sus bonitas, trémulas manos y con voz apenas audible manifestó entre la resignación y la congoja:

—Antes de que dispares, déjame repetirte una vez más: que te quiero con toda mi alma.

Había puesto tanta pasión y sinceridad en lo dicho, que Jury tuvo que aceptarlo como cierto. Encajó con fuerza las mandíbulas. La conmovedora declaración de ella le impactó en el corazón. Suspiró tan hondo que sintió dolor en su pecho. Realizó acto seguido un giro de muñeca y disparó. La bala salida de su revólver se estrelló en la almohada donde apareció un negro agujero, seguido de un desagradable olor a quemado.

La joven, aterrada, tardó unos segundos en darse cuenta de que la acción de él no fue dirigida a ella. Volvió la cabeza, vio lo ocurrido a la almohada y entendió que él la amaba demasiado para ser capaz de cumplir la orden que había recibido.

—Para mí ya estás muerta, Claire —dijo con una voz tan enronquecida que no parecía la suya.

—Gracias, mi amor —logró musitar.

Jury le dedicó una larga, tétrica mirada que la conmovió por completo, seguida de un apremiante consejo:

—Lárgate inmediatamente lo más lejos que puedas. Si yo di contigo otros podrán hacerlo también. Y ninguna de ellos te perdonará la vida.

A continuación, se guardó el arma y dando media vuelta se dirigió hacia la puerta, sin prisas, felino su atlético cuerpo, elegante con su impecable traje gris y la inseparable corbata granate que llevaba siempre desde que ella se la regaló, convencido de que ésta le traía buena suerte. Claire, con los ojos engordando lágrimas logró decirle con un quebradizo hilo de voz:

—Te amo…

Él apretó los labios y no dijo nada. Ella le había agradecido con estas palabras, que acababa de salvarle la vida a cambio de que a él, posiblemente, le quitaran la suya quienes le habían enviado a matarla.

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