PAULA ENCONTRÓ UNA CARTA DE AMOR (MICRORRELATO)

Microrrelato 31 de ene. de 2020

UNA CARTA DE AMOR

 

 

 

 

 

(Copyright Andrés Fornells)

Una mujer llamada Paula, viuda resignada, que sobrepasaba los cuarenta años de edad, dama de figura con curvas acentuadas por algo de sobrepeso, estaba contando a su mejor amiga, recién regresada de unas vacaciones estivales, cómo había conseguido echarse un novio veinteañero.
—Verás lo que me paso, Lucía. Hará unas dos semanas llegué a casa por la tarde y encontré en el suelo una carta que alguien había echado por debajo de la puerta. La carta llevaba mi nombre. La abrí y la leí llevándome la enorme sorpresa de que alguien, llamado Anselmo, estaba loco de amor por mí, pero que era tan tímido que nunca se había atrevido a decírmelo en personalmente, y que si deseaba conocerle y hablar con él, acudiese el día siguiente a las ocho de la tarde al bar El Rincón del Romántico.
—Nunca escuché antes ese nombre —muy interesada su oyente.
—Tampoco yo. Está por la zona de Cuatro Vientos. Continúo con la carta. Y el que la escribió añadía que yo le reconocería porque él tendría encima de la mesa, bien visible, un libro de poesías de Gabriela Mistral.
—¡Qué bonito! —su amiga encantada con su relato.
—Muy bonito —reconoció Paula—. Acudí al bar ese y allí estaba ese chico con el libro encima de la mesa. Me senté delante de él y le saludé regalándole mi más seductora sonrisa. Él se me quedó mirando embelesado y dijo, poéticamente galante:
—Si ahora mismo me quedase ciego, ya podría decir que me ocurrió tan terrible desgracia después de haber visto a la mujer más hermosa del mundo.
—¡Dios, Paula, que suerte tuviste! —envidió su compañera de mesa.
—No lo sabes tú bien la suerte que tuve. Resulta que aquella carta él se la había escrito a mi hija que se llama igual que yo, pero que después de haberme conocido, ya no podría amar a nadie más que a mí. Y así ha sido como me he echado de amante a un chico que, de no haber intervenido la casualidad, habría sido para mi hija.
—¿Y él sigue enamorado de ti, a pesar del error?
—Locamente. Y yo vivo una segunda juventud en la cama haciendo el amor ardientemente y escuchando, en los descansos su hermosa voz varonil recitarme hermosas poesías,.
Después de haberla escuchado, con evidente envidia, su amiga lamentó:
—A mí nunca me sucederá algo así. Yo, lo único que tengo son hijos varones.
—Y además de eso, que no estás viuda.
—Esa parte podría tener arreglo.
A las dos les entró un ataque de risa. Sin él saberlo, había un marido tranquilamente sentado en su oficina cuya estabiliad matrimonial podía correr peligro si la ocasión se le presentaba a su candidata a infiel, cónyuge.

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