OTRO CASO PETER PAN (RELATO)
OTRO CASO PETER PAN
(Copyright Andrés Fornells)
Es por la tarde. En el cielo otoñal, sol y nubes. Las segundas juegan a ocultar al primero. Mueve las hojas de los árboles un airecito somnoliento, carente de malicia. Pocos pájaros por sus ramas; el rumor del tráfico cercano quita protagonismo a sus repetitivos trinos. Personas paseando sin prisa, tanto las que tienen problemas como las que carecen de ellos.
Una abuela y su nieto forman parte de los paseantes del parque. Él corretea incansable. Marea a la anciana con su frenética actividad. En cierto momento ella le pide, jadeante:
—Vamos a sentarnos en ese banco de ahí, Martino. Estoy muy cansada.
Toman asiento, ella sosegada, él balanceando sus piernas que le piden movilidad, no reposo.
—¿Por qué te cansas tan pronto, abuela? —extrañado por algo que no le sucede a él.
—Me canso tan pronto porque soy muy vieja. Cuando tú seas tan viejo como yo soy ahora, te cansarás igual de pronto que yo.
—Yo nunca seré viejo, porque no querré serlo. Ser viejo es aburrido —contundente—. Abuela, ¿por qué tú y el abuelo vais a celebrar mañana vuestros cincuenta años de feliz matrimonio y mis papás se han divorciado meses atrás después de solo ocho años de casados?
—Ay, hijito, porque tú abuelo y yo somos de una época que, en cuanto algo se rompía, se reparaba, y ahora cuando algo se rompe se cambia por algo nuevo.
—¡Qué cosas tan tontas! —juzga convencido el niño—. Abuela, ¿todas las cosas se pueden reparar?
—Ay, eres un saco de preguntas —suspira la anciana sin perder la paciencia—. Todas las cosas no se pueden reparar, pero sí se pueden reparar muchas de las cosas que se cambian por nuevas.
—¿Mis padres se divorciaron porque se les rompió algo que no se podía reparar, o se separaron por algo que sí podía repararse?
El niño ha dejado quietas sus piernas, la observa con manifiesta avidez. La mujer mayor suspira. La rotura de la que están hablando también a ella le duele muchísimo. La madre del niño es hija suya.
—Eso tendrás que preguntárselo a ellos, a tus padres, cuando vengan por separado a estar unas horas contigo.
—Abuela, ¿a los niños también se nos rompen cosas que pueden repararse?
La anciana siente apuro. ¿En qué modo positivo o negativo puede afectarle su respuesta al pequeño que espera anhelante su respuesta?
—Tu abuelo y yo procuraremos que no se te rompa nada y, si se te rompe, nosotros lo repararemos --para inculcarle confianza.
Su nieto suelta un soplido. Se muerde los labios, Pasa una mano algo temblorosa por su frente y finalmente decide convencido de que existe para él esa posibilidad:
—Abuela, yo nunca dejaré de ser niño.
Ella no lo desilusiona. Ya se encargará la vida de hacerlo. Se fija en el entristecido rostro infantil y decide:
—Ahora que ya hemos descansado un poco, continuemos paseando.
Ella ha tomado la dirección donde dentro de algunos momentos encontrarán un quiosco que vende chucherías. El niño, corriendo, da vueltas alrededor del encorvado cuerpo de ella que ha decidido comprarle un chupachup a su nieto y con ello el pequeño cambiará con una expresión de alegría la expresión sombría que le ha quedado después de la breve y amarga conversación que han mantenido un momento atrás.
Y después de mucho tiempo de tenerlo olvidado, la abuela recuerda cuanto le impresionó, cuando ella era niña, el cuento de Peter Pan.