OTRA BANDERA MÁS, Y ÉSTA LA MEJOR DE TODAS (MICRORRELATO)
Aunque sé muy bien lo inútil que es en este desnortado país nuestro irritarse, de vez en cuando el cupo de mi paciencia y tolerancia alcanza máximos, y entonces expongo en voz alta lo que estoy pensando sobre aquello que más me indigna. La otra noche, después de cenar, nos reunimos la familia entera delante de la televisión. Como faltaba un rato para la serie histórica que nos gusta seguir, mi hijo mayor (Dios sabrá descifrar este misterio), al que se le ha despertado un repentino interés por la política, eligió con el mando a distancia un canal donde un grupo de comentaristas, que no les hacía falta ponerse en el pecho de su vestimenta siglas para saber los espectadores en qué grupo político militaba cada uno de ellos, armaron apasionada discusión sobre banderas de nuestro país; banderas que unos grupos políticos defiendes y veneran, mientras, simbólicamente, friegan el suelo sucio con las banderas de otros grupos, exclamé, harto, furiosísimo:
—¡Basta ya! ¡Quita eso! ¡No lo aguanto más! Estoy hasta las mismas bolas reproductoras, de banderas y de banderistas!
Como tengo a mi familia poco acostumbrada a verme enfadado, mi hijo se apresuró a hacerme caso. Tuvo que desechar tres canales consecutivos por-que muchos más contertulios hablaban de banderas.
Ayer noche, mi hijo menor que nació travieso, como otros nacen coleccionistas de facturas sin pagar, o políticos que practican la misma afición, llegó a casa a la hora de la cena enarbolando una bandera plegada. Era de color blanco y por las risas ahogadas de los presentes, comprendí que se habían conchabado todos para gastarme una broma. No les defraudé. Mi reacción fue la que ellos esperaban de mí.
—¿Tú también con banderitas? ¡Ya la estas tirando a la basura!
Entonces mi chico desplegó la bandera y en ella había escrito: Amo a mi familia con toda mi alma, y a mi prójimo, lo mismo”.
—¡Dios! —exclamé conmovido—. ¿Por qué a todos esos aborregados que nos alteran la concordia continuamente no se les ocurre llevar banderas como ésta y dejan de sembrar discordia y desafecto?
Pues eso: que el sentido común, desgraciadamente, no es el más común de los sentidos.