NO ERA EL DÍA DE SU SANTO (MICRORRELATO)

NO ERA EL DÍA DE SU SANTO
Corraleja era un pueblo muy pequeño y simpático. Tal día como hoy, los vecinos de este municipio se cruzaban por la calle y en un tono alegre, festivo, se saludaban del modo siguiente:
—¡Feliz santo tengas! —decía el que saludaba primero.
—¡Feliz santo tengas tú también! —respondía el saludado.
Yo era testigo de todo esto manteniendo todo el tiempo una sonrisa complacida hasta que a un hombre con expresión hosca, malhumorada, respondió al gozoso saludo recibido en un tono airado:
—¡Vete a la mierda!
Yo que me había echado novia en ese pueblo, al escuchar aquello le pregunté:
—Marta, ¿qué le pasa a ese hombre que contesta tan mal a quienes le expresan tan loable deseo?
—Le ocurre que es ateo como su padre —me respondió mi chica cuya sonrisa ponía en valor el hermoso sonrosado de sus sanas mejillas de melocotón.
—Eso no me parece un motivo para contestar con malos modos a la gente que es amable con él.
—Verás, él se enfada porque su padre lo bautizó fuera de este pueblo. Y lo bautizó fuera de este pueblo porque el cura de aquí se negó a darle el nombre de Regadera.
De pronto me entró, con ella, una preocupación que nunca había tenido hasta entonces:
—Oye, Marta, ¿tú eres atea?
Ella se echó a reír con su risa tan sana como una manzana y respondió:
—No soy atea, y precisamente hoy, por ser día de todos los santos, voy a ceder a tu petición de que subamos juntos al pajar aprovechando que mi padre, hoy no trabaja, y está en el bar jugando al dominó con sus amigos.