MI INCORREGIBLE AMIGO SEBASTIÁN (MICRORRELATO)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

(Copyright Andrés Fornells)

Mi amigo Sebastián Tinaja estuvo durante varios meses sufriendo una rotura del corazón que le causó Elena Candado al abandonarle. Con las lágrimas por él derramadas a lo largo de ese periodo de inmensa congoja suya, se habría podido formar un riachuelo de notorio caudal, quizás hasta con pececitos dentro.
Finalmente, cuando ya no le quedó más llanto por derramar, Sebastián aceptó su amargo destino y, por una de esas extrañas triquiñuelas que a veces nos gasta la mente, recobró el sentido común perdido, escuchó mis excelentes consejos, cogió todas las cartas de amor y todas las fotos que conservaba de Elena, guardas hasta entonces por él como si fuese su más preciado tesoro, y lo tiró  a la chimenea encendida donde todo fue pasto de las llamas. Y entonces yo, triunfante, le dije:
—¿Te das cuenta de lo fácilmente que te has librado de Elena?
—¡Cierto! Me auto abofeteo por ser tan imbécil y no haberme dado cuenta antes.
Y se dio un par de guantazos, tan bien dados, que estuvo al borde del K.O. pues llegué a contar hasta ocho antes no consiguió él, tambaleante,  mantenerse de nuevo en pie.
—Nunca volveré a ser tan imbécil como he sido con Elena —me aseguró, convencido.
Sí volvió a ser idiota. Para Navidad Elena regresó con él, y lo hizo embarazada de otro.
Yo pretendí darle un nuevo buen consejo a mi amigo Sebastián. Él no me escuchó y, encima,  el muy desagradecido, me echó fuera de su casa.
Pasado Reyes, Elena volvió a marcharse con otro, llevándose los caros regalos que Sebastián le había hecho.
A mi amigo Sebastián lo tienen ahora encerrado en un psiquiátrico atado de brazos y manos para que no se auto abofetee más.
Yo voy a visitarle de vez en cuando y le llevo caramelos de menta, que le gustan mucho. Como no le desatan nunca las manos, el muy mañoso de él ha aprendido a quitarles, con la nariz, el papelito que los envuelve.
Siempre que acudo a verle, Sebastián me pregunta si sé algo de Elena y, para no aumentar su desdicha, le miento diciéndole que Elena se ha metido a monja. Decirle la verdad, que está empleada en un puticlub, lo pondría todavía peor de la cabeza, de lo que ya está.
MORALEJA: Si eres un hombre obsesivo y también idiota aléjate, lo más posible, de las hembras.

Read more