MI ABUELO SILVINO ME HABLÓ DE LOS DELFINES (MICRORRELATO)

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MI ABUELO SILVINO ME HABLÓ DE LOS DELFINES
Mi abuelo Silvino me transmitió su extraordinaria admiración por los delfines. Estos seres marinos, juguetones, alegres, amistosos con el hombre, destacan sobre todos los demás habitantes del mar por su inteligencia y su habilidad para comunicarse a través de sonidos y pulsos ultrasónicos.
Hace poco, paseando con uno de mis hijos por una playa encontramos uno de estos magníficos mamíferos acuáticos muerto sobre la arena de la orilla. Debía medir alrededor de dos metros, era gris oscuro su lomo y claro su vientre. Mi hijo comentó que parecía haber muerto mientras sonreía, y le expliqué que esa sonrisa característica de los delfines se debe a la curvatura de su boca. Aproveché este hallazgo para mencionarle al tatarabuelo que él no llegó a conocer:
—Mi abuelo Silvino, que fue pescador, me contaba que estos magníficos payasos de los mares, como él los llamaba cariñosamente, pueden tener hasta doscientos dientes. ¿Intentamos contar los que tiene éste?
Mi hijo, que tiene notoriamente desarrollada la curiosidad, respondió:
—Por mi vale, papá.
—Tápate la nariz, hijo, que huele muy mal. Cogí un palo, nos llegamos al lado del cadáver y soportando el hedor que desprendía el cuerpo en pleno proceso de podredumbre, y alejando de nosotros el enjambre de moscas y pulgas de mar que lo cubrían, le contamos los dientes llegando a la suma de ciento noventa y ocho.
—Ves, como no exagero cuando digo que el abuelo Silvino era un pescador admirable, que conocía el mar como la palma de su mano y sabía cosas tan sorprendentes como lo que acabamos de comprobar o que los calamares poseen tres corazones. Un corazón sistémico y dos branquiales.
—Papá, me apena no haber podido conocerle.
—Lo vas conociendo gracias a las cosas que te cuento de él. Los humanos tenemos el deber ineludible de devolverles momentáneamente la vida a los seres queridos que no tenemos más a nuestro lado, recordándoles.
Mi hijo me cogió la mano con fuerza y tuve la conmovedora convicción de que él, cuando yo faltase, también permitiría que yo viviese en su memoria y que otros me conocieran a través de él.
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