MI ABUELA ROSA SABÍA DE QUÍMICA MÁS QUE YO (MICRORRELATO)

 

 

 

 

 

 

 

 

  • (Copyright Andrés Fornells)
    Una mañana coincidí en el ascensor con Herminia, una vecina muy extrovertida que, en materia de secretos, no cuidaba siquiera de guardar los suyos. Estaba casada con un policía. No tenían descendencia, y todo el vecindario conocía que era debido a que su consorte había recibido, de niño, la coz de una perversa mula en cierta parte muy delicada de su anatomía y le había atrofiado el aparato de la fertilidad.
  • La mañana a la que hago referencia, Herminia, después de habernos dado ambos los buenos días, me pidió con ojos cargados de esperanza:
    —Andrés, tú que eres ingeniero químico, ¿no podrías darme alguna fórmula que me permita librarme de los cientos cucarachas que aparecen de noche por mi cocina? 
    —Herminia, hay infinidad de productos que las eliminan y que pueden conseguirse en droguerías, supermercados, etc. —le recordé.
    —Conozco muchos de esos productos, lo malo es que tengo que levantarme en mitad de la noche para matarlas, mi marido tiene el sueño muy ligero y se enfada conmigo si lo despierto. A él, las cucarachas no le dan, al igual que a mí, un asco que me enferma.
    —Comprendo —De pronto me acordé de una receta de mi abuela Rosa y se la pase—: Mira, puedes probar otra cosa para exterminar a las cucarachas sin tener que levantarte de la cama en mitad de la noche. Mezcla a partes iguales azúcar, harina y yeso. La harina y el azúcar las atraerán y el yeso las quemara por dentro.
    Dos días más tarde me encontré a Herminia en la panadería y me dijo, entusiasmada y muy agradecida, que mi fórmula le había funcionado de maravilla: Encontraba por la mañana, en la cocina, montones de cucarachas muertas.
    —Desde luego los estudios te han servido de muchísimo, Andrés —elogió.
    Sonreí reconociendo, para mis adentros, que mi querida abuela Rosa, sin haber pasado jamás por la universidad, sabía sobre química más que yo.