MI ABUELA ROSA SABÍA DE QUÍMICA MÁS QUE YO (MICRORRELATO)

MI ABUELA ROSA SABÍA DE QUÍMICA MÁS QUE YO (MICRORRELATO)

Una mañana coincidí en el ascensor con Herminia, una vecina muy extrovertida que, en materia de secretos, no cuidaba siquiera de guardar los suyos. Estaba casada con un policía. No tenían descendencia, y todo el vecindario conocía que era debido a que su consorte había recibido, de niño, la coz de una perversa mula en cierta parte muy delicada de su anatomía y le había atrofiado el aparato de la fertilidad.

La mañana a la que hago referencia, Herminia, después de habernos dado ambos los buenos días, me pidió con ojos cargados de esperanza:
—Andrés, tú que eres ingeniero químico, ¿no podrías darme alguna fórmula que me permita librarme de los cientos de cucarachas que aparecen de noche por mi cocina? 
—Herminia, hay infinidad de productos que las eliminan y que pueden conseguirse en droguerías, supermercados, etc. —le recordé.
—Conozco muchos de esos productos, lo malo es que huelen, mi marido es alérgico a esos olores y me tiene prohibido usarlos.

—¿Nunca te has planteado plantarle cara a tu marido y decirle que se aguante porque un poco de aguante por su parte permitirá que termines con la plaga de cucarachas?

—Dos veces le he plantado cara y en ambas él me ha puesto una maleta encima de la cama, me ha dicho que ponga mis cosas dentro y me vaya a casa de mi madre.

—Y tú no quieres irte a casa de tu madre, entiendo.

—No. No la aguanto. Es una bruja. Para librarme de ella me casé con un hombre que la única palabra bonita que me dijo una vez, y no ha vuelto a repetirla fue: Sí quiero.
—Comprendo —dije apiadándome de ella, y de pronto me acordé de una receta de mi abuela Rosa, que apenas olía, y se la pasé—: Mira, Herminia, puedes probar otra cosa para exterminar a las repugnantes cucarachas sin emplear esos productos cuyo olores afectan tan negativamente a ese marido tuyo delicado de olfato y defectuoso de cariño. Haz lo siguiente: mezcla a partes iguales azúcar, harina y yeso. La harina y el azúcar atraerán a las cucarachas, y el yeso las quemará por dentro.
Dos días más tarde me encontré a Herminia en la panadería y me dijo, entusiasmada y muy agradecida, que mi fórmula le había funcionado de maravilla: Encontraba por la mañana, en la cocina, montones de cucarachas muertas. Su marido no se quejaba de olores extraños y pronto las tendría a todas exterminadas.
—Desde luego los estudios te han servido de muchísimo, Andrés —elogió.
Sonreí reconociendo, para mis adentros, que mi querida abuela Rosa, sin haber pasado jamás por la universidad, sabía sobre química infinitamente más que yo.

Cuando llegué a casa le di dos sonoros besos.

—¿Qué celebramos? —rio ella muy contenta.

—Celebramos que eres la abuela más lista del mundo.

—Bueno, ya hacía tiempo que no te acordabas de reconocer una verdad tan grande como esa —respondió ella devolviéndome los besos y repitiendo una vez más, que nietos guapos hay en el mundo, pero más guapos que yo: ninguno.

      (Copyright Andrés Fornells)