"ME GUSTA" (RELATO)

"ME GUSTA" (RELATO)

“ME GUSTA”

(Copyright Andrés Fornells)
Chuchi y Tita son dos chicas guapas, modernas, superficiales, de familia rica. Lucen vestiditos de la firma Saint-Lorent y, debajo de ellos tangas Christian Dior, sujetadores Armani y medias Chanel. Han estado de compras. Se hallan sentadas al fondo de una lujosa cafetería. Al lado derecho de ellas tienen, apoyadas en el suelo las bolsas de las afamadas boutiques donde han estado comprando.
—¡Huy, estoy disgustadísima, Chuchi!  —acompañándose de un hondo suspiro Tita—. Las navidades vamos a pasarlas de nuevo en Saint Moritz. Donde va todo el mundo. Y con el mismo aburrimiento de siempre.
—Comparto tu disgusto, papá ha decidido que nosotros también iremos allí. ¡Qué muermo! Lo de siempre: nieve, esquí, fiestas, bailes, estúpidas velitas de colores, villancicos tradicionales… ¡Uf!
—Cambiando de tema. Oye, ¿no has notado que está algo raro mi Tato?
—¿Ha cambiado de perfume seguro? —mostrándole especial interés su amiga.
—No, no; usa el mismo que yo le compré. ¿De veras no le has notado nada extraño? —insiste la otra.
—Bueno, un día vi que llevaba los zapatos sucios. Fue hace dos semanas en el cóctel que los Mendoza dieron en su palacete.
—Lo recuerdo. Había llovido y se metió en un charco nada más bajarnos del coche. Ya sabes lo torpe que es. Verás, que te cuente, desde hace una semana, en esas cositas tan monas, geniales y originales que escribo todos los días en Facebook, Tato ha dejado de poner el habitual “me gusta”.
En el rostro de su amiga se pinta una repentina expresión de gravedad.
—¡Chipas, eso es muy serio! —reconoce.
—¡Verdad que sí!
—¿Y lleva mucho tiempo realizando esa colosal desconsideración contigo?
—Con hoy siete días —al borde del llanto su amiga.
—¡Qué atrocidad, chica! ¡Qué crueldad! ¡Te está partiendo el corazón!
Condena en el tono de voz, y compasión en la mirada de Tita.
Se abre una zanja de angustioso silencio entre ambas. Con la preocupación pintada en sus rostros de muñecas Barbie ambas amigas, al unísono, hacen girar sus cucharillas para que se disuelva el edulcorante que han puesto en sus cafés con leche. ¡A veces la vida puede ser tan frustrante, tan horrenda!

Dos portales más lejos, un mendigo sin piernas, apoyada en la pared su espalda sonríe contento porque un transeúnte compasivo ha dejado caer dentro de su roñosa gorra de béisbol una moneda de cincuenta céntimos.

Esa sonrisa es su: ¡me gusta!

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