MAL ROLLO (RELATO)

MAL ROLLO (RELATO)

MAL ROLLO

(Copyright Andrés Fornells)

Me harté de soportar la combinación de perfumes rancios, sudores corporales, música ensordecedora y de las voces de mis amigos que se desgañitaban para hacerme oír sus pretendidos comentarios graciosos, chistes y paridas, y salí a la calle. Hacía una noche estrellada y a la luna, una de sus fases hambrientas le había comido la mitad de su circunferencia. Por la época del año el aire fuera de la discoteca debía oler a primavera, pero en realidad apestaba a carburante quemado.

Una farola con vorágine de insectos dentro de su círculo de luz me permitió ver los vehículos aparcados y descubrir a una mujer joven sentada en el capó de mi coche. En su mano derecha tenía un vaso largo y su actitud era de ensimismamiento.

No la conocía. Tampoco recordaba haberla visto nunca. Me aproximé a ella despacio. Los treinta años los tenía más que cumplidos. Muy cerca ya de ella pude apreciar que era guapa y poseía un cuerpo muy aprovechable.

Llegué a su lado. La vista se me fue a sus bien torneados muslos que la falda subida un palmo por encima de las rodillas me permitía apreciar las tenía bien torneadas. Pensé que merecía la pena intentarlo.

Tardó una eternidad en volverse hacia mí. Leí en sus bonitos ojos claros, fastidio, hostilidad.

—Hola, el aire se ha hecho irrespirable allí dentro —dije, amistoso, señalando con mi brazo estirado el local que yo acababa de abandonar.

—Sí. Aquí se respira mejor —dijo ella como si solo su buena educación la obligara a responderme.

—Alberto —dije ofreciéndole mi mano.

Hubo una clara vacilación por su parte.

—Alicia —respondió por fin.

Ignoró la mano que yo le tendía. No me mostré ofendido. Hubiera sido declararle que su falta de amabilidad había conseguido el objetivo que ella, posiblemente, perseguía. Tomé asiento a su lado. Después de todo se trataba de mi automóvil. Ella no dijo nada, tampoco se movió. Esta proximidad me permitió apreciar que era exótica y agradable la fragancia que su persona desprendía.

—¿Cuántas estrellas crees que habrá? —pregunté con la mayor naturalidad levantando la cabeza a lo alto.

Ella levantó también la suya, miró al cielo, dejó transcurrir algunos segundos y por fin contestó con hiriente ironía:

—¿Dominas las matemáticas?

—Las fáciles solo. Las cuatro reglas y poco más. ¿Vives en la ciudad?

—Vivo.

—¿Casada?

—Curioso.

—¿Aburrida?

—Impertinente.

Siguió un largo silencio. Su rechazo hacia mi persona era tan evidente que despertó mi antagonismo. <<¿Quién coños se cree esta tía que es?>> De repente me hizo una pregunta que, por la entonación que empleó me sonó ofensiva:

—¿Has conseguido ser lo que alguna vez soñaste?

—No. ¿Y tú?

—Tampoco. ¿Qué querías ser tú?

—Pianista. Me rompí dos dedos en un accidente de moto, y se acabó mi sueño.

—Qué casualidad. También yo me inicié en el piano.

—¿Qué interpretabas mejor?

—Claro de luna, de Beethoven.

—Yo prefería a Brahms. La Sinfonía nº 4 en mi menor.

—Eso son palabras mayores.

—Que yo tenía mucha voluntad y poco talento me dijeron los dos importantes maestros que tuve ya al final. Ellos tuvieron la culpa de que no me esforzase en continuar.

Por un momento creí en la posibilidad de ligármela.

—¿Qué quieres de mí? —seguía tratándome con desdén.

Me cansé de su engreimiento y pedantería.

—¿De veras quieres que te lo diga?

—Sí, me encantará mandarte a la mierda —agresiva.

No la quise aguantar más.

—Te perdono la grosería. Tengo más educación que tú. ¿Quieres quitar tu sucio culo de mi coche? Quiero marcharme y tú me lo impides.

—¡Cabrón!

Su enfado me demostró que me odiaba porque acababa de estropearle ese perverso juego con el que tantas mujeres torturan a los hombres.

—Cuídate. Te van a durar poco las pilas, tía. Empiezan a fallarte ya.

No llegué a entenderlo, pero me sonó a feroz insulto lo que soltó entre dientes. Sentí satisfacción. Había conseguido estar tan odioso como ella.

Mi coche quiso favorecerme, pues en contra de lo habitual arrancó a la primera. Una  chipa de optimismo penetró en mi mente: <<Lo importante es vivir, todo lo demás es secundario>>.

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