LOS QUE DEJARON DE CREER EN EL LOBO FEROZ (RELATO)

LOS QUE DEJARON DE CREER EN EL LOBO FEROZ (RELATO)

LOS QUE DEJARON DE CREER EN EL LOBO FEROZ

Hubo una vez un país cuyos gobernantes eran tan embaucadores, sinvergüenzas e imaginativos que empleaban una buena parte del dinero que les entraba por medio de los impuestos y otras cargas tramposas sacados a la mayoría de sus ciudadanos, repartiéndolos entre sus bolsillos y los bolsillos de sus simpatizantes.  Lo de imaginativos lo merecían porque hacían creer a muchos de sus súbditos que, si no los elegían a ellos, vendría el Lobo Feroz y se los comería.

Lógicamente, los familiares y simpatizantes que vivían de la mamandurria los votaban por lo muy favorecidos que salían y otros votantes eran aquellos a los que de niños les habían contado el cuento de Caperucita Roja que también les entregaban su papeleta para que siguiesen gobernando.

Los otros habitantes del país, que no creían en cuentos, se daban cuenta de lo que estaban haciendo con el dinero de sus impuestos, y, vivían en una creciente ruina, no les votaban, pero resultaba que siempre eran menos que los subvencionados y los que les votaban por miedo al Lobo Feroz.

Pero un buen día ocurrió lo que algunos estudiosos llamaron el milagroso despertar. Y muchos más votantes se dieron cuenta de que el dinero de sus impuestos y de otras cosas, se los repartían entre los gobernantes y los simpatizantes, y también se dieron cuenta de que el Lobo que se los estaba comiendo no era el que les habían dicho, si no los lobos disfrazados de corderos elegidos por ellos.

Y ese día del milagroso despertar aquellos que les habían estado engañando durante tantos y tantos años dejaban de mandar y cuando se levantaron las alfombras que ellos habían tenido se encontraron tanta suciedad debajo que tuvieron que multiplicar varias veces el número de camiones de basura para poder cargarla toda.

Y colorín colorado…

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