LOS NIÑOS DE JULIA ERAN DIFERENTES (MICRORRELATO)

 

 

 

 

 

 

 

 

Julia terminó de hacer la cama del dormitorio. Alberto, su marido, en aquel mismo momento se hallaba en el campo de futbol realizando la señalización de las áreas para el partido que, por la tarde, enfrentaría al equipo local con otro venido de fuera, y de su misma categoría. Julia pensó en él y sonrió. Seguro que regresaría a casa  con manchas de color blanco en sus azules zapatillas de tenis. Ellos dos se había conocido al final de un encuentro precisamente de fútbol. Ella había comenzado a trabajar en el periódico local y le habían asignado la sección de deportes. Debido a una lesión de rodilla ella había abandonado, recientemente, el equipo de baloncesto femenino al que pertenecía.
Alberto había sido, ese día, el mejor jugador de su equipo. Ella lo felicitó y entrevistó. Ambos se dieron cuenta enseguida de que estaba surgiendo algo muy especial entre ellos. Él la invitó a cenar y ella, en contra de lo que acostumbraba, aceptó salir con un hombre al que acababa de conocer.
Pasaron los dos una velada muy agradable, que repitieron varias veces, a lo largo de medio año. Finalmente, él le declaró su amor y ella confesó que también lo amaba. Al final de ese mismo año se casaron. Hacía de ello doce años y habían traído al mundo dos hijos: Gimeno que sumaba once años, y Julita que tenía nueve.
Julia se acercó al balcón de su vivienda desde el que tenía una magnífica vista de la plazuela situada a pocos metros. Había allí una quincena de niños de diferentes edades. Sus hijos eran los únicos que se hallaban jugando con un balón a encestar en la vieja canasta de baloncesto. Todos los demás estaban sentados, con todo su interés centrado en  los teléfonos móviles que tenían entre sus manos.
Los dos hijos de Julia, perfectamente conectados con ella, notaron de inmediato la fuerza de su mirada, sus ojos la buscaron y, localizándola respondieron a la amorosa sonrisa de ella, con la sonrisa suya, y la saludaron agitando, alegremente, los brazos. Julia, feliz, les devolvió el saludo pensando, orgullosa: “Alberto y yo los estamos educando adecuadamente. Crecen con el cuerpo y la mente sanos”.

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