LOA A TUS MANOS (MICRORRELATO)
Tus manos fueron, al principio, lo recuerdo muy bien: suaves como el terciopelo,
cálidas como la brisa primaveral y, a mis ojos, las más bellas manos del mundo.
El contacto de tus manos, cuando me acariciaban, me producía un embeleso y
una felicidad tan grandes que a mí se me derretía de dulzura el corazón.
Tus manos no son ahora tan bellas, tersas y aterciopeladas como entonces.
Ahora se nota en tus manos el cruel paso del tiempo, las dificultades
y la dureza del trabajo. Tus manos están ahora algo rasposas, maltrechas y cansadas.
Pero aunque tus manos han perdido tersura, suavidad y belleza, para mí tus manos
continúan siendo sublimes. Y yo las seguiré amando lo mismo que siempre,
porque tus manos, todavía, me acarician con igual ternura que me acariciaron siempre y,
porque su solo contacto le basta a mi alma para sentirse colmada de dicha.
Tus manos, madre ¡cuánto las amo!