LA OFICINA QUE VENDÍA FELICIDAD (MICRORRELATO)

LA OFICINA QUE VENDÍA FELICIDAD
Era una oficina ostentosa. Estaba profusamente iluminada con luces de color rosa y gran número de afiches de las mujeres más hermosas del mundo pegados a sus paredes. Detrás del mostrador había una risueña copia actualizada de Marilyn Monroe, quién recibió al gordo y feo visitante con una sonrisa y una frase de bienvenida dicha con voz aterciopelada:
—Buenas noches, caballero. ¿Cuántos kilos de felicidad quiere que le sirvamos?
—¡Ah! No sabía yo que la felicidad la vendían ustedes por kilos —mostrándose sorprendido el recién llegado.
—Es una especialidad nuestra.
—¡Vaya! ¿Y cómo funciona esto?
—Pues, cuantos más quilos compre, más felicidad recibirá
—Entiendo. ¿Y a como venden el kilo de felicidad?
—A un millón de euros el kilo.
—Uf, ¡qué caro! ¿Qué pueden darme por los cien euros que llevo yo, y que son todos mis ahorros? —quiso saber el visitante.
—Déjelos encima del mostrador y lo sabrá enseguida.
El hombre que deseaba comprar felicidad sacó del bolsillo un billete por el valor que había dicho y lo colocó en lo alto del mostrador. La recepcionista lo recogió, lo dobló y lo guardó dentro del sujetador que encerraba sus altivos senos. A continuación, juntó en el centro de la boca sus rojos y sensuales labios, a lo Marilyn, y lanzó en la dirección del obeso y nada agraciado visitante un beso por el aire.
—Listo —dijo luego.
—¿Eso es todo? —entre incrédulo y decepcionado el cliente.
—Si le diese algo más de felicidad mi novio se enfadaría y sumaría una muesca más a su revólver —le aclaró ella.
—Señorita, esto es una estafa.
—Ciertamente. Una estafa en la que caen todos los tontos que creen que la felicidad se compra.
El decepcionado aspirante a comprar felicidad, cabizbajo y avergonzado se dirigió a la puerta y, antes de salir, escuchó que la chica copia exacta de la Marilyn decía a alguien:
—Tampoco esta vez vas a tener que desenfundar tu revólver, “darling”.