LA MOFETA Y SU AMIGA CON ALAS (MICRORRELATO)

LA MOFETA Y SU AMIGA CON ALAS (MICRORRELATO)

(Cuento infantil)
Dentro del mismo reino animal eran muchos los que no comprendían la extraordinaria amistad que existía entre la apestosa mofeta vestida de negro y con dos rayas blancas, una en la frente y otra recorriendo todo su lomo, y un alegre pájaro cantor de fino plumaje pardo, y, en especial los que menos lo comprendían eran los de su misma especie que le criticaban con excesiva severidad:
—Hay que ver, una avecilla tan limpia como tú tener tratos con ese maloliente animal de cuatro patas que a menudo anda hociqueando y se mueve con tan poca gracia, que es la negación de la elegancia.
—Esa extraña amistad puede deberse a que esa desgraciada congénere nuestra —trataban de justificar las menos acervas de sus compañeras voladoras— tiene atrofiado el olfato o nació tonta de remate.
Quienes opinan así desconocen que el líquido fétido que lanza el mamífero que critican, no pasa de los dos o tres metros y colocándose a la distancia contraria a la que sopla el viento ni se percibe.
El pájaro que mantenía una estrecha asociación con una mofeta explicaba a los pocos que tenían la paciencia y sensatez de escucharle:
—La mofeta y yo puede decirse que somos simbióticos, yo la guío hasta los lugares donde se hallan las mejores colmenas, espero a que ella las rompa y entonces compartimos la miel que contiene, las larvas y la cera. Gracias a esta fructífera colaboración que mantenemos los dos me he ganado el sobrenombre de “pájaro guía de la miel.” Y perdonen que no les cuente más cosas sobre nosotros dos porque estoy hambriento, acabo de ver a la mofeta amiga mía y voy a enseñarle inmediatamente al lugar donde ayer descubrí un enorme panal de rica miel. Adiós. Hasta la vista. ¡Ah!, una cosa más, en alguna que otra ocasión me he asociado con un hombre inteligente. No lo hago con frecuencia porque los hombres inteligentes no abundan. Basta para demostrar este juicio mío lo que le están haciendo a la maravillosa naturaleza que tan extraordinariamente generosa se ha mostrado siempre con ellos y con todos los demás seres vivientes.
—Ven conmigo, zorrillo (lo llamo así cariñosamente), que los dos nos vamos a pegar un atracón de miel que se nos va a salir por los ojos.
La inteligente mofeta sigue, presurosa, encantada, a su competente socia voladora.

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