HALLOWEEN Y UNA FAMILIA SIN CALABAZAS, PERO CON RISAS (MICRORRELATO)
Un hombre entra en la cocina y pregunta a su mujer.
—Paca, ¿dónde demonios están las calabazas que compré para vaciarlas y prepararlas para el Halloween?
—Yo no sé nada de esas calabazas. Ve y pregunta a tu hijo que está en su cuarto enseñándole al periquito a decir: “Qué ruina, han vuelto a subir la factura de la luz”.
El padre entra en el cuarto del niño, que ya ha conseguido que la avecilla diga:
—Qué ruina, qué ruina, qué ruina…
—Paquito, ¿tú sabes dónde están las dos calabazas que compré ayer para, una vez vaciadas ponerle unas velas dentro y pasearlas tú esta noche por la calle?
—¡Ah!, ¿las calabazas eran para eso? —sorprendido el niño.
—Sí, las calabazas eran y serán para eso —repite el autor de sus días comenzando a preocuparse.
—Ya no podrán ser para eso, papá —mirándole con temor el niño.
—¿Por qué? —preocupándose mucho más su progenitor.
—Pues porque se las di al burro que el vecino tiene en su patio.
—¿Pero por qué hiciste eso, cabeza loca?
—Porque me encanta escucharlo rebuznar de contento.
El padre no sabe si darle un cachete o echarse a reír. En aquel momento el periquito afirma con absoluta contundencia:
—¡Qué ruina, han vuelto a subir la factura de la luz!
Padre e hijo romper a reír. La esposa y madre deja de pelar patatas, sonríe y dice para sí:
—Qué bien se llevan los dos grandes amores de mi vida —se pone la careta de un monstruo que guardaba en un cajón desde el año anterior, se la pone, va hasta donde se encuentran su marido e hijo y abriendo teatralmente los brazos grita:
—¡Os voy a comer, como si fueseis galletas!
Y los tres se parten de risa, incluido el loro que repite:
—¡Qué ruina, han vuelto a subir la factura de la luz!
Una familia unida no se rompe por unas calabazas ni por nada infinitamente más valioso.