EL GATITO DE LA ABUELA (MICRORRELATO)

EL GATITO DE LA ABUELA  (MICRORRELATO)

La jovencita Agripina Suárez sale, presurosa, por la puerta de su domicilio. En su cara pecosa lleva pintada una expresión de angustia. Con pasos rápidos se dirige a los contenedores de basura situados a una veintena de metros, cerca del final de la calle. Su amiga Tere Campos que se halla en el dintel de su casa jugando al hilo la ve, se fija en la preocupación que muestra su rostro, se une a ella y le pregunta acelerando también el paso:
—¿Qué te pasa, Agri?
—Nada, que estoy disgustadísima.
Han llegado ambas junto a los contenedores de basura. Agripina levanta la tapa de uno de ellos. Un olor apestoso les ataca el olfato.
—¡Uf, qué asco! —se queja una.

—¡Qué peste! ¡Me muero! —más exagerada la otra.
Agripina tapándose la nariz con una mano, comienza a remover bolsas de basura. Su intrigada amiga quiere saber:
—¿Qué estás buscando, Agri?
—Un maldito gato de peluche.
—¿Cómo sabes que está aquí? —sorprendida su amiguita.
—Porque esta mañana temprano lo tiré yo.
—¿Y por qué lo tiraste?
—Por lo viejo, sucio y estropeado que está.
—Pues déjalo, no lo busques —razona la otra.
—No puedo. En casa he dejado a mi abuela llorando a moco tendido.
—¿Por qué lloraba tu abuela?
—Porque a ese gato asqueroso, lo quería ella tanto de niña que lo llenaba de besos cuando se sentía triste, algo que ha seguido haciendo toda su vida cuando le ha entrado la tristeza. Y hace un rato, limpiando yo su cuarto, a mí se me ha ocurrido tirarlo a la basura.
—Chica, tienes una abuela muy rara.
Agripina se queda mirando a su amiga con ojos de censura y le responde:
—Mi abuela no es rara. Mi abuela es extremadamente tierna y sentimental. Y yo la quiero a morir.
—Perdona. Lo dije sin pensar.
Cortada, Tere ayuda a la otra a buscar el peluche. Es precisamente ella quien lo encuentra todo manchado de salsa de tomate.
—Dios tendré que lavarlo —decide Agripina resoplando de alivio, sosteniendo el peluche con las dos manos, distanciado de ella para que no le manche el vestido.

Tere le propone enseguida.
—Ven a mi casa. Mis padres no están. Lo lavaremos allí y lo secaremos con el secador de pelo.
Pasándosele el momentáneo enfado, Agripina la dirige una mirada de afecto y asevera:
—Qué buena amiga eres.

–Lo mismo que tú.
Y marchan juntas a realizar la tarea de adecentar el viejo gatito de la abuela. Cuando lo han conseguido. Las dos devuelven el gatito al cuarto de la abuela y demostrando su capacidad para hacer dos cosas a la vez, juegan al cordel comiéndose al mismo tiempo, a grandes bocados, una manzana

(Copyright Andrés Fornells)