FASCINACIÓN JUVENIL (RELATO)
En el instante mismo en que Araceli, la profesora de Instituto, cruzaba la puerta de la clase, para Santi Suárez se desvanecía todo cuanto le rodeaba; todo excepto ella. Y a partir de ese momento él quedaba fascinado, totalmente pendiente de ella, deleitándose con cada expresión de su cara, cada movimiento de su esbelto cuerpo, y de la embriagadora musicalidad de su voz.
Aquella mañana Araceli llevaba puesto un traje gris que realzaba al máximo la voluptuosidad de su figura. Santi se derretía de amor por ella.
Terminada la clase, los alumnos abandonaron en estampida el aula. Santi permaneció en su asiento, para poder seguir contemplándola.
La pedagoga, para la que no había pasado desapercibida la fijación que el muchacho tenía con ella, decidió llamarle la atención:
—Santi Suárez, debes dejar de mirarme con tanta fijeza, con tanta intensidad. Me incomoda y disgusta que lo hagas. Lo considero una falta de respeto.
—No puedo evitarlo, profesora. Estoy locamente enamorado de ti. Sueño contigo todas las noches —el muchacho defendiendo con valentía sus sentimientos.
Su apasionada declaración despertó la curiosidad de la señorita Araceli , que le preguntó, siendo no obstante consciente de que cometía una imprudencia:
—¿Qué es lo que sueñas?
—Pues sueño —incendiadas de rubor las mejillas del joven, mirándola con una intensidad hipnótica —que caminamos los dos por un parque cogidos de la mano, mirándonos todo el tiempo, sonriéndonos embelesados.
Mientras confesaba esto, Santi abandonó su pupitre y se acercó a la educadora. Quedaron ambos frente a frente, muy cerca el uno del otro.
—Y aquí termina tu sueño —empezando a ponerse nerviosa la maestra.
—No, no termina aquí. En mi sueño yo te beso.
Y pasando de las palabras a la acción, Santi la cogió por los hombros y unió sus labios a los de ella.
La reacción de la profesora Araceli fue arrearle un demoledor bofetón. Su alumno, llevándose la mano a la parte del rostro donde había recibido el fuerte golpe añadió, impulsivo, arrebatado de pasión:
—En mi sueño me devolvías el beso. Y yo te decía lo mismo que te digo ahora: ¡Te amo! ¡Te amo con toda mi alma!
La profesora Araceli recogió de encima de la mesa su bolso y una carpeta y se dirigió hacia la salida, turbada, entristecida, con lágrimas rodando por sus mejillas. ¿Cuándo dejaría el maldito amor de surgir en su vida llevando siempre la etiqueta: de imposible?
(Copyright Andrés Fornells)