ELLA TIRABA RAMOS DE FLORES POR EL BALCÓN (RELATO)
Aparte del atractivo físico, la constancia puede ser en un hombre un mérito posiblemente superior a éste.
Telesforo Fogones, todos los fines de semana le enviaba, por medio de un muchacho, un ramo de flores a Silvia Lunares, la chica que más le gustaba en el mundo.
Invariablemente, ella abría la puerta del balcón de su casa y, con gesto desdeñoso, tiraba el ramo a la calle.
Telesforo lo recogía, se lo entregaba a otra chica que pasaba por allí, ella lo recibía con agrado, y marchaban los dos charlando animadamente calle adelante.
Silvia presenció este hecho durante cinco semanas seguidas. A la sexta ni abrió el balcón ni tiro el ramo a la calle. Telesforo entendió que había llegado el momento tan pacientemente esperado por él. Subió dos pisos, llamó a la puerta de la casa de Silvia, ella la abrió y le preguntó en ese tono antipático con el que las mujeres ponen a prueba el aguante de los hombres:
—¿Qué quieres? ¿A qué has venido? ¿No has entendido mi sentir por ti?
—He venido a verte de cerca y, después, si tú me lo pides, morir por ti.
Estuvo tan encantador que, aunque Telesforo estaba lejos de ser guapo y tener muy buen tipo, Silvia supo apreciar en él que poseía cualidades de mayor valor que los atractivos físicos, entre ellos una sincera y firme mirada de adoración.
Y en el futuro Silvia no solo aceptó las flores que le traía Telesforo, sino que además las metían, juntos, dentro de un jarrón con agua. Y luego jugaban a esa pasión que todos los enamorados, mientras les dura, creen eterna.
REFLEXIÓN: A los hombre que conocen poco a las mujeres les aconsejo (aunque yo confieso conocerlas bastante menos de lo que deseo) no rendirse al primer rechazo suyo, pues ese rechazo puede ser una estratagema para averiguar si entre las virtudes del pretendiente que les ha salido cuentan la constancia y la paciencia, dos cualidades que las féminas valoran muchísimo.
