ELLA SUFRIÓ INDIGESTIÓN (MICRORRELATO)
Blas Peldaño, ante la noticia que acaba de darle su compungido amigo Tiburcio Pelón, de que Amparito, su novia, ha roto con él, busca motivos que puedan explicar este hecho:
—¿Te olvidaste felicitarla en su cumpleaños y de hacerle un regalito?
—No, no fue eso —responde tristón Tiburcio.
—¿Le dijiste lo que piensas de su madre, que es una bruja?
—No, tampoco fue eso.
—¿Le dijiste que su padre es un guarro que se tira, sin disimularlo, ventosidades apestosas y se lava menos que un beduino?
—Tampoco.
—¿Le dijiste que su hermano Alberto te pide dinero continuamente y después no te lo devuelve?
—No, tampoco —Tiburcio sollozando a estas alturas.
Blas se ve obligado a emplear de nuevo la reflexión, cuyo fruto obtenido muestra acto seguido:
—Ya sé. No la besabas lo suficiente. La dejabas con hambre de besos. Las mujeres sensuales necesitan muchos besos. Deberías habérselos dado.
—Todo lo contrario —solloza su amigo—. Conchi ha roto conmigo porque le he causado una terrible indigestión de besos.
Blas encuentra la explicación que conforma a la gran mayoría de los hombres:
—Vamos, lo de siempre: a las mujeres no hay quien las entienda.
Y alcanzando un paquete de clínex se lo entrega a su amigo para que no siga sonándose en la manga de su camisa. acto suyo que le produce asco.
Días más tarde, los dos amigos se enteraron de que Amparito estaba saliendo con un budista que la besaba espiritualmente y le hacía el amor del mismo modo. Y Tiburcio justifica la elección de ella, del modo siguiente:
–Evidentemente, Amparito es partidaria del sexo inmaterial, y yo no.
–Modas. Modas que igual que vienen se van –filosofó su amigo ofreciéndole un cigarrillo mentolado.
Y mientras se lo fuman, desde el balcón cercano donde ambas se hallan les devuelven las insinuantes sonrisas las pizpiretas hermanas Domínguez.
—Bueno, en esta vida no hay mal que por bien no venga. ¿Te has fijado en lo buenas que están las hermanas Domínguez? --Blas bajando la voz.
--Buenísimas están --reconocé en un susurro Tiburcio encendida la mirada.
Las hermanas Domínguez apreciando que los dos hombres están tan necesitados como ellas, por lo que les preguntan a dúo:
—¿Os apetece tomar un café con nosotras?
—¿Un café dulce? —también a dúo los dos hombres.
—Muy dulce. Tan dulce como somos nosotras.
—Pues nos reunimos enseguida con vosotras. Dulce con dulce no empalaga.
(Copyright Andrés Fornells)