ELLA LE DIJO AL CHICO MALO QUE LO AMABA, Y ÉL LA CREYÓ (RELATO NEGRO)
Tal como había acordado con ella, él se entregó a la policía delante del bloque de apartamentos donde ella tenía alquilado uno. El agente al que se había entregado lo esposo y metió, con violencia, en el asiento de atrás del coche policial.
El preso no le hizo el menor caso. Observaba con la máxima atención a la joven que él había mantenido secuestrada a la fuerza las dos primeras semanas y el resto del tiempo hasta sumar cuatro meses ella había permanecido con él por voluntad propia, porque la mantenía a cuerpo de rey y sexualmente la satisfacía como nunca antes la había satisfecho nadie.
Pero como cuentan que Noe dijo cuando el diluvio universal terminó de golpe: Nada de este mundo es eterno.
Dos días atrás ellos dos, el secuestrador y la secuestrada, habían acordado que él se entregaría, ella confesaría que no había sufrido un secuestro sino que había permanecido todos aquellos meses con él, por su propia voluntad y no merecía lo castigasen con pena ninguna.
Pero ahora que la estaba viendo gesticulas histriónicamente delante de los micros de los reporteros de las radios y las televisiones, unidos a la multitud de curiosos que la rodeaban, y el enojo que iba creciendo, especialmente en estos último, el preso comprendió que ella lo estaba traicionando, rompiendo lo acordado entre ambos y se estaba haciendo la víctima de malos tratos psicológicos a lo largo de los meses que había durado su cautiverio. Con ello ganaría compasión, fama y dinero que, como pésima actriz amateur jamás habría podido conseguir.
Murmuró entre dientes maldiciones y amenazas ininteligibles.
Le dio un ataque de rabia, de desesperación y realizó violentos movimientos para librar sus manos esposadas.
Un puñetazo de parte del policía sentado a su lado le partió los labios y a punto estuvo de hacerle perder el conocimiento.
—¡Otro intento de querer escapar y te vuelo la tapa de los sesos, basura! —le advirtió el agresivo agente.
El preso, a partir de aquel momento permaneció tan inmóvil como si se hubiese quedado paralitico, al tiempo que recordaba una advertencia que su madre, que había ejercido toda su vida la profesión femenina más antigua del mundo:
—<<No te fíes de ninguna mujer. Si una mujer ve un posible beneficio, te traicionará sin dudarlo un instante. La primera de ellas, ya en aquel tiempo lejano que habitaba el paraíso terrenal, le arruinó la vida al imbécil de Adán, por confiar en ella.
Algunos minutos después los compañeros del policía entraron en el vehículo y ocuparon sus asientos. Uno de ellos miró al detenido y se dio cuenta de que se estaba secando en la manga de su chaqueta la sangre que brotaba de su boca y nariz.
—Qué le ha pasado en la cara a ese maldito secuestrador, ¿ha intentado secuestrarte a ti, David? —preguntó con sorna el compañero que acababa de ocupar el puesto del conductor.
—Le he pegado una leche, para que aprenda a elegir a sus víctimas —con sorna el tipo sentado al lado del apresado.
Los tres rieron por algo que solo ellos encontraban gracioso, pues el hombre esposado los maldecía mentalmente.
—Merece la muerte por abusar de una chica tan tierna, inocente e indefensa —dijo con ira el compañero que tenía al lado.
—Por ello se va a pudrir en la cárcel el resto de su puerca vida.
Asentimiento y complacencia de arte de sus compañeros
El arrestado levantó sus brazos a tiempo para parar el nuevo golpe que le dirigía el policía que ya le había golpeado anteriormente.
El vehículo se puso en marcha. Una mosca que había entrado en el coche se posó sobre la manga manchada de sangre. El preso, abatido por su desgracia, no se molestó en ahuyentarla. Ya todo le daba igual.
(Copyright Andrés Fornells)