EL BARRIO DE LA BODEGA Y UNOS BREVES RECUERDOS (VIVENCIAS MÍAS)

EL BARRIO DE LA BODEGA Y UNOS BREVES RECUERDOS (VIVENCIAS MÍAS)

Nuestro barrio era un barrio obrero. Allí la riqueza brillaba por su ausencia. La felicidad (humilde siempre) consistía en cuantos dentro de una misma familia tenían trabajo, o cuantos estaban parados. En esos tiempos eran poquísimos los parados por vagancia, pues era una rara avis la persona que no quería estar empleada y ganarse el sustento honradamente. Los maleantes habitaban barrios muy marginales y debían tener historias especiales que los habían hecho como eran.

Nuestro barrio debía su nombre (no oficial) a la Bodega del tío Gil, pues a ella acudía mucha gente cercana y lejana a comprar los buenos vino que vendía, traídos por él en una destartalada camioneta desde diferentes partes de nuestro país (país que entonces, por no tener nosotros apátridas degenerados como los tenemos ahora, todos amábamos).

El tío Gil no era bebedor, pero si comedor de esos riquísimos productos que tienen al cerdo como principal contribuyente, razón por la que siempre estaba de buen humor y tenía una risa divertida y jaranera.

Todos lo saludábamos para escuchar sus demostraciones de buen humor con respuestas graciosas, socarronas.

—Buenos días, tío Gil. ¿Cómo está usted esta mañana?

—Estoy andando, hijo, y no me gusta nada. Tengo piernas perezosas. Si supiera donde venden alas me compraba un par de ellas y me veríais volando como los pájaros.

Las mujeres de nuestro barrio que tenían esposos que les gustaba en demasía los vinos que vendía el tío Gil lo maldecían con todas sus ganas, mientras que ellos, sus maridos borrachines, lo bendecían por venderlos, bendiciones que aumentaban considerablemente si les permitía llevarse el morapio fiado.

Mi sabia y benevolente abuela Rosa, solía decir sobre este asunto que acabo de contar:

—Bueno, ¿qué le vamos a hacer? ¡Cosas de pobres!

La bodega estaba en la esquina de nuestra calle y por las noches, los chiquillos nos reuníamos allí y jugábamos a las cartas (con naipes muy roñosos, rotos y, a menudo, pertenecientes a distintas barajas. También jugábamos a las canicas y a la taba. La taba era el juego de la maldad, por la fuerza con que con la sandalia se golpeaba la mano del que le había salido culo. Por eso todos queríamos que nos saliese suerte, porque ello nos permitía ser el que pegaba golpes y no el que los recibía.

Jugábamos en la esquila de la bodega porque había una farola, la única farola que se libraba de la puntería de nuestras piedras, porque esa puntería nunca la practicábamos sobre ella.

Hoy es el día mundial del trabalenguas y por esta razón se me ha ocurrido escribir estas pocas líneas, pues en la esquina de la bodega también jugábamos a los trabalenguas. Voy a poner aquí algunas de nuestras preferidas.

Cuando cuentes cuentos, cuenta cuántos cuentos cuentas, cuando cuentes cuentos.

El perrito de Rita, me irrita, dile a Rita que cambie su perrito por una perrita.

Un burro comía berros y el perro se los robó. El burro lanzó un rebuzno y el perro al barro cayó.

Yo lloro si lloras, si lloras yo lloro. Tu llanto es mi llanto; y tu llanto, mi lloro. Si tú ya no lloras, tampoco yo lloro.

Este trabalenguas que escribo a continuación me lo enseñó la novia de mi hermano mayor. Se llamaba Cati y era tan guapa, cariñosa y simpática, que si mi hermano no se hubiese casado con ella, yo le habría pedido esperase a mi mayoría de edad para que se casara conmigo:

Quiero y no quiero querer a quien no queriendo quiero. He querido sin querer y estoy sin querer queriendo. Si por mucho que te quiero, quieres que te quiera más, te quiero más que me quieres. ¿Qué más quieres? ¿Quieres más?

 Tres tristes tigres tragaban trigo en un trigal. En un trigal, tres tristes tigres tragaban trigo.

Este trabalenguas, que no lo conocíamos, nos lo enseñó el tío Gil: Erre con erre cigarro, erre con erre barril. Rápido corren los carros cargados de azúcar del ferrocarril.

Este trabalenguas era uno de los que más me costaba a mí conseguir: Mariana Magaña desenmarañará mañana la maraña que enmarañara Mariana Magaña.

El amor es una locura que solo el cura lo cura, pero el cura que lo cura comete una gran locura.

Papá pone pan para Pepín, para Pepín pone pan papá.

Y este trabalenguas me lo enseñó mi abuela Rosa:

Solo este trabalenguas lo dejo traducido al inglés: The witch Maruja prepares a brew with beeswax, two cloves of garlic, forty lentils, and a sheep’s hair. Y lo traduzco a esta lengua de la Gran Bretaña porque mi abuela siempre deseó aprenderla, pero no pudo por falta de tiempo. Considero que con los años de ociosidad que lleva ya en el cielo habrá tenido tiempo sobrado de aprender la lengua de Shakespeare.

Los juegos nuestros que he mencionado aquí; actualmente en la era del prodigioso y considerado imprescindible teléfono móvil, a los chiquillos actuales les parecerán antediluvianos, pero puedo aseguraros niños de ahora, que con ellos nosotros disfrutábamos, gozábamos y nos divertíamos tanto, que echando la mirada atrás considero que éramos extremadamente felices. (Copyright Andrés Fornells)

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