DOS VIEJOS EN EL PARQUE (MICRORRELATO)
Después de cuatro días de pertinaz lluvia ha salido el sol. Aprovechando esta bonanza dos decrépitos ancianos, amigos de antiguo, acaban de sentarse en un viejo y baqueteado banco del parque de su barrio, exteriorizando al hacerlo jadeos y gemidos lastimosos.
—¿Qué te duele hoy, Paco? —pregunta uno al otro.
—Todo, Agustín, ¿y a ti?
—A mí todo también.
—Pues no hablemos más de nuestra deteriorada salud y contemos cosas de cuando éramos jóvenes y lo único que nos dolía eran los labios de besar a tantas chicas.
—Sí, porque mira que no parábamos. Soltábamos a una chica para coger otra, eso cuando no llevábamos de calle a dos chicas a la misma vez. Éramos unos seductores insaciables.
—Sí, éramos terribles.
—Terribles e inagotables.
Ambos viejos haciendo extraordinario uso de la fantasía dibujan un falso pasado de jóvenes, experimentados, irresistibles Donjuanes. Y aprovechándose de su generosa imaginación consiguen ser lo que nunca fueron aunque sí desearon muchas veces serlo. Los dos saben que están mintiendo, pero si a su edad renuncian a la fantasía y a la ilusión, apenas les queda nada.
--Hace la tira de años que no siento el calor del sol en mis pies, ¿y tú?
—Yo lo mismo.
Intercambian una sonrisa traviesa, se enseñan mutuamente las prótesis dentales. Con no poca dificultad se quitan los zapatos y los calcetines y exponen sus deformados pies a los rayos solares.
—A mí, esto me hace feliz —dice uno mostrando una expresión complacida.
—A mí también me hace feliz esto —dice otro.
Un pájaro se posa en una rama cercana y canta.
—Yo tuve una vez un canario que cantaba como los mismos ángeles.
—Yo tuve un jilguero que desafinaba un montón.
Sueltan al aire sus risas cascadas. Se les ha despertado el gracejo. Se sienten rejuvenecidos.
Al día siguiente llueve de nuevo, los dos ancianos amanecen resfriados y culpan de ello a la loca ocurrencia suya de haberse quitado los calcetines en pleno invierno,
(Copyright Andrés Fornells)