CARTA AL TODOPODEROSO JOE BIDEN (HUMOR)

CARTA AL TODOPODEROSO JOE BIDEN (HUMOR)

CARTA AL TODOPODEROSO JOE BIDEN

(Copyright Andrés Fornells)

Un día del mes pasado me detuve a saludar a mi tío Curro que estaba haciendo cola, junto a una triste, larguísima y abatida procesión de parados, delante de la oficina del INEM. Le pregunté por su mujer y por su hijo.

—Ella, mi Paca, se ha ido a buscar caracoles porque está la cosa tan chunga, que otra cosa no tenemos esperanza de comer hoy. Eso si encuentra alguno, que hay muchísima competencia, pues ahora los buscan tíos desesperados que van en silla de ruedas, que están mancos, cojos y hasta ciegos. Y Rafita, mi niño, en el cole está pidiendo chicles usados a sus compañeros para darles algo con que se entretengan sus muelas y no acaben criándole telarañas.

La cara de mi pariente mostraba la angustia y la desesperanza de los que llevan mucho tiempo desocupados y sin perspectivas de que en un futuro inmediato su crítica situación mejore, y encima con el temor de que todavía pueda empeorar más, que en nuestro país el pesimismo es ya una epidemia.

—Lo cosa está bien jodida, ¿eh, Curro?

—Más que bien jodida. Ayer, mi niño, le escribió una carta al presidente Joe Biden, el presidente de los Estados Unidos.

—¡Vaya ocurrencia la del niño! —me sorprendí—. ¿Y qué quería tu Rafita de ese importantísimo personaje?

—¡Qué va a querer el pobrecillo! Que el tío Biden ese me dé un currelo, aunque tengamos que irnos los tres a América, —que malditas las ganas—, pues ninguno de nosotros tres hablamos inglés, ni nos parece habla que nos merezca la pena aprenderla, al compararla con la tan bonita habla nuestra.

—¿Crees que te va a contestar ese tío tan importante?

—Bueno, para empezar, veremos si le llega la carta. Como no tenemos dinero para nada, se la envié sin sello, con mi huella dactilar por si vale de algo.

De pronto mi tío Curro rompió a llorar.

—Levanta ese ánimo, hombre. ¿Lloras por si no llega esa carta a su destino? —quise saber, mirándole con profunda lástima, al tiempo que trataba de consolarlo dándole unas cariñosas palmaditas en la espalda.

—Lloro porque mi hijo confía ya más en un extraño, que en mí. ¡Y eso me da un coraje, una pena, que me parte el alma en mil pedazos!

No encontrando palabras que pudieran despertarle esperanzas, le entregué mi pañuelo y le dije que se lo quedara, que yo tenía otro.

Él lo inauguró sonándose con ruido de triste y desafinada trompeta verbenera. Antes de separarme de él, le di también un tubito de pastillas para la tos que, aunque nada alimentan, por lo menos te dejan durante un ratito muy buen sabor de boca y te distraen el hambre.

Mi tío no recibió respuesta del encumbrado y poderoso presidente de los Estados Unidos, y lo mismo les ocurrió a varios millones de peticionarios más, aunque la mayoría de ellos le enviaron sus peticiones con los correspondientes sellos. Y es que Ser Todopoderoso en el que poder confiar, solo el que habita los cielos, y para ello tiene uno que ser creyente, y muy buen creyente, que no lo es todo el mundo.

Y no sigo escribiendo porque también yo voy a salir a buscar caracoles, a ver si encuentro alguno, que la cosa está igual de jodida que dar con un trébol de cuatro hojas. ¡Ahí es ná!

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