CAPERUCITA ROJA ERA UN FRAUDE (MICRORRELATO)

(Copyright Andrés Fornells)
Cuentan los antiguos, que Caperucita Roja era una niña que nunca había roto un plato. Cantaba canciones de hadas y de gnomos y recogía florecillas silvestres por el camino que la llevaba a casa de su pobre abuelita que vivía sola en una casita del bosque teniendo por compañeros de su soledad a los tiernos pajaritos que le ponían perdida la ropa puesta por ella a secar porque estas avecillas eran tan ignorantes que no habían descubierto ni las letrinas ni los inodoros.
Un día, a la alegre e incauta Caperucita le salió de entre la espesura el Lobo Feroz, disfrazado de cordero que le preguntó el muy taimado:
—Beeeee… ¿A dónde vas tan contenta, niña, dando esos saltitos tan bonitos?
—Señor de los colmillos muy afilados, voy a casa de mi abuelita. Y en la cestita que cuelga de mi brazo, le llevó la comidita.
—Beeee… Pero que niña tan buena eres.
—Sí, señor que lleva en su frente tatuados un  sable y un cuchillo, soy una niña muy buena.
—Por lo de cuidar de tu abuela y el color de tu capucha deduzco que eres de los míos —supuso el Lobo Feroz que era más tonto que la alpargata que se metió en una jaula creyendo poder convertirse en canario.
—Te equivocas. Soy de los otros —dijo la niña que transformándose en una Caperucita Gigante se comió al lobo porque según las leyes más antiguas de la supervivencia hay que procurar siempre comerse al que puede comerte, mientras él pierde el tiempo pensando entre si comerte o no.

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