ELLA SE CASÓ CON OTRO (MICRORRELATO)

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Gertrudis se casó con Roberto a pesar de saber que haciéndolo le destrozaba el corazón a Luis, locamente enamorado de ella. Gertrudis era ambiciosa. Roberto era rico. Luis era pobre. Gertrudis, antes de que Roberto apareciera en su vida había disfrutado de locas, salvajes, agotadoras sesiones de cama con Luis.
Luis estuvo llorando por ella dos días seguidos las veinticuatro horas de cada uno de ellos. Luis llegó a un punto en que consideró  no le valía la pena seguir viviendo sin la mujer que significaba el gran amor de su vida, y decidió suicidarse. Luis poseía un carácter dramático y quiso tener una muerte que el consideró épica: volarse los sesos de un disparo.
Pero comprobó muy pronto que, para un ciudadano normal y corriente, como era él, resulta muy difícil encontrar quien le vendiese un arma. Finalmente tuvo que desistir. Entonces, no ocurriéndosele otra posibilidad, pues era demasiado cobarde para tirarse al tren o arrojarse desde lo alto de un rascacielos, decidió tragarse un frasco entero de barbitúricos. Se lo preparó machando las pastillas en un mortero en el que previamente había echado un buen chorro de su whisky preferido, en el que se había gastado el resto del dinero que le quedaba de su modesta paga mensual como empleado de una empresa de pompas fúnebres. Se disponía a ingerir la mortífera mezcla cuando llamaron al timbre de la puerta del cochambroso estudio que habitaba.
Abrió la puerta encontrándose con una maravillosa sorpresa. La que acababa de llamar era Gertrudis acompañada de una enorme maleta, una sonrisa feliz y una mirada de arrebatado amor.
—He abandonado a mi marido. Es a ti al que quiero y con el que deseo vivir el resto de mi vida —le confesó ella resplandeciente de ilusión.
Cerraron la puerta, Gertrudis soltó la maleta y ambos corrieron, cogidos de la mano, riendo como locos, hacia el dormitorio. Tenían tantas ganas el uno del otro que estuvieron haciendo el amor hasta la mañana siguiente en que tras desayunar regresaron a la cama en la que continuaron practicando sexo duro y agotador. Y así estuvieron durante una semana entera al final de la cual, aprovechando que Gertrudis había salido a comprar tabaco, Luis metió cuanto poseía de algún valor dentro de su maleta y huyo.
Su fuga no encerraba ningún misterio. Se había cansado de Gertrudis. Se había cansado de tanto usarla.

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