EL LISTO DE LA CLASE Y EL PROFESOR (MICRORRELATO)

(Copyright Andrés Fornells)
El profesor era muy mayor. Las viejas y deterioradas gafas que llevaba incomodaban a sus ojos obligándole a forzar la vista todo el tiempo, y también lo incomodaba su dentadura postiza obligándole a chuparse todo el tiempo las encías. Sentado detrás de su mesa coja, situada frente a los pupitres de sus alumnos, después de pedir a estos atención les dirigió la siguiente pregunta:
—¿Puede alguien darme un ejemplo sobre coincidencias?
—¡Yo, profesor! —el listo de clase.
—Veamos ese ejemplo, Pepe Pérez.
—Mi padre y mi madre se casaron el mismo día, a la misma hora y en la misma iglesia por el mismo cura.
—Puede valer —aceptó el pedagogo, aguantando con resignación las carcajadas de la totalidad de sus alumnos. Espero a que terminase el regocijo general para realizar otra pregunta—: ¿Cuál creéis que tiene mayor utilidad para los humanos: el sol o la luna?
—¡Yo lo sé, profesor! —el listo de la clase.
—¿Puedes explicarnos por qué tiene mayor utilidad uno de los dos?
—Muy fácil, profe. La luna es más importante que el sol. De noche esta oscuro y gracias a la luna se puede ver algo. Durante el día tenemos mucha luz, y el sol no hace falta que alumbre en absoluto.
Cuando terminó la explosión de risas, el maestro dijo recorriendo con severa mirada a todos los presentes:
—Bien, atentos a los siguiente: Durante un mes me traeréis cada uno de vosotros un euro todos los días a la clase y me los entregaréis para que yo se los de a mi esposa.
—¿Para qué quiere usted ese dinero, profesor? —se adelantó a todos los demás Pepe Pérez.
—Para comprarle una corona al alumno de esta clase que se muera de la risa por culpa de Pepe Pérez.
Los alumnos se rieron más fuerte que nunca. Ninguno de ellos se murió y todos elogiaron el buen humor que demostraba poseer su educador. Le trajeron un euro diario y, cuando este profesor murió por haberse tragado su desajustada dentadura, su compungida esposa le compró una magnífica corona pagada con el dinero aportado por todos sus entristecidos alumnos. Y entre ellos hubo uno que lloró casi tanto como su mujer: el listo de la clase.

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