EL ABUELO COSME AÑORABA LAS NAVIDADES DE ANTES (MICRORRELATO)

(Copyright Andrés Fornells)
El abuelo Cosme era un hombre muy arraigado a las tradiciones que le habían inculcado en su niñez. Al abuelo Cosme le removía las tripas observar que el ayuntamiento de su ciudad en vez de las luces con motivos navideños, que él había conocido toda su vida, y que eran campanitas, estrellas y arbolitos, colgaban ahora cajas, cilindros y triángulos feísimos que solo podían tener interés para amantes de la geometría.
Sus hijos eran muy modernos, laicos y reformadores, y estaban totalmente de acuerdo con todo esto tan novedoso y absurdo.
—Las religiones son dañinas, papá. Miles de personas han muerto y siguen muriendo por su culpa —justificaban su conducta los hijos de este anciano—. Ser laico es lo moderno, es lo rompedor, es lo que mola hoy en día. Tú eres un anticuado, un reaccionario, un inmovilista, has quedado anclado en el tiempo, en el rancio pasado.
—Yo no quiero ser laico, yo no quiero ser moderno, yo quiero ser como he sido toda mi vida, y vosotros no lo respetáis y pretendéis imponerme vuestras convicciones, vuestras creencias y vuestro modo de pensar —se defendía el anciano.
—Eres obstinado, imposible, cerradísimo totalmente de mollera —se enojaban sus hijos.
Una semana antes de la Navidad, el abuelo Cosme comenzó a desaparecer de su casa todas las noches, sin querer decir a donde iba. Los suyos, intrigados, decidieron seguirle una noche y averiguar que misterio se traía él entre manos.
Se llevaron una extraordinaria sorpresa cuando le descubrieron combatiendo el frío de la noche alrededor de un barril metálico con algunos leños ardiendo dentro, junto a un puñado de vagabundos, tan ancianos y pasados de moda como él, cantando villancicos, mostrando sus rostros iluminados por las llamas un contento y una ilusión que podrían calificarse de divinos.

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