LA EXTRAORDINARIA DISCRECIÓN DE UN PRINCIPE (MICRORRELATO)

El príncipe Arnaldo de Culiencurt, pasó a la historia de la nobleza más relevante, por su extraordinaria discreción. Cuentan de él que, entrando en su principesco aposento y encontrando a su bella esposa acostada con uno de sus más hermosos y varoniles vasallos refocilándose ambos apasionadamente, preguntó a su ensamblada cónyuge, al tiempo que miraba debajo de la cama:
—¿No has visto por aquí a mi gatito “Rufián”, querida?
Ella, con desvergonzada tranquilidad, le respondió:
—Amado mío, yo te aconsejo lo busques en el granero, es donde lo he visto algunas veces jugueteando con roedores.
—Gracias, querida. Seguiré tu sensata sugerencia.
El discretísimo príncipe Arnaldo de Culiencurt abandonó la estancia y su ardiente mujer y, su no menos ardiente vasallo, continuaron la gozosa tarea, apenas  interrumpida por dos escasos minutos.
Durante la cena Arnaldo de Culiencurt agradeció, cariñosamente, a su esposa la certera información que ella le había procurado: su gato “Rufián” en efecto lo encontró en el granero jugando con un ratón que había cazado.
—Celebro, querido y honrado esposo mío, haberte servido de ayuda —muy elegante ella, pasando a continuación a ensimismarse pensando en la nueva cita que para aquella noche le había dado a su bello vasallo, en un cuarto de invitados, pues ella nunca deshonraba al marido compartiendo cama, a la vez, con él y con su amante.