CADENA DE FRACASOS AMOROSOS (MICRORRELATO)

 

 

Lucio Banana comenzó a salir con Luci Rojas, por la misma razón que impulsa a tantos hombres a salir con mujeres: le gustaba a rabiar por los numerosos encantos físicos que sumaba su voluptuosa arquitectura femenil y simpatía en el trato.
Luci Rojas, aparte de sus notorios atractivos personales, poseía un defecto muy generalizado dentro del grupo de las féminas: desconocía la puntualidad. Esta impuntualidad suya motivaba que Lucio Banana combatiera las exasperantes esperas, por ella, comiéndose las uñas, alimento que reprueban por completo los esteticistas y dietéticos, por indigesto y antihigiénico si las manos que lo suministran no son lavadas con la conveniente frecuencia.
Al final, sin uñas y con los dedos en carne viva, Lucio Banana rompió con Luci Rojas y comenzó a salir con Pili Rojas, hermana de la anterior, quién, además de ser más puntual que un reloj suizo, superaba, en belleza, a Luci Rojas.
Lucio Banana comenzó a creer que él se encontraba dentro del reducido grupo de personas que había encontrado la felicidad suprema dentro de la pareja. Pecó, exageradamente, de optimista, como no tardó en tener que, con no poca amargura, reconocer. Pili Rojas se escapó con Pedro Lunares, el director del banco donde ella trabajaba, llevándose entre ambos, a partes iguales para que el peso quedase mejor repartido, todo cuanto de algún valor contenía la caja fuerte bancaria que, por buen cálculo suyo, en esa fecha se encontraba llenísima.
Lucio Banana creía a pies juntillas en los dichos populares: A la tercera va la vencida. Así que inicio una nueva relación estable con Asunción Lebrija que era pudorosa, recatada y virtuosa. Virtuosa hasta el punto de haber sido novicia y haberse salido del convento a punto de llegar a los votos, debido a un increíble milagro que le aconteció. El milagro consistió en que un pajarito, vestido de luto, en correctísimo español le dijo, parándose en una rama de almendro y a muy pocos centímetros del rostro de ella:
—No seas tonta, muchacha. No te encierres en un convento porque no existe sobre la faz de la tierra nada más hermoso que la libertad. Te lo digo yo, que sé muy bien de qué hablo: me escapé de una jaula de oro y diamantes.
Lucio Banana fue aceptablemente feliz con Asunción Lebrija, aunque ella era tan pudibunda que solo le permitía besarla en la oscuridad, cortísimo periodo de tiempo, y, en cuanto a acariciarla, tan solo por encima de la ropa y sin excederse.
Esto continuó así hasta que Asunción Lebrija huyó con su prima Susi Tresbién, que había nacido en Francia y recibido una educación que tiraba escandalosamente a libertina.
Total, que Lucio Banana decidió regresar a su casa, y quedarse a vivir con su madre, la única mujer que, antes se arrancaría el alma de cuajo, que perjudicarle en modo alguno.

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