DOS MILLONARIOS HABLAN DE RELOJES (MICRORRELATO)

Dos financieros tan ricos, tan ricos que necesitaban de media docena de contables para que les sumaran a cuanto ascendían sus respectivas fortunas, se dieron cita para cenar juntos y hablar de un nuevo negocio con el que esperaban sumar algunos millones más a sus exagerados patrimonios.
Después de saludarse y ocupar la mesa previamente reservada por sus secretarios, estudiaron la carta donde se les ofrecía una posibilidad gastronómica de sesenta platos diferentes. Tras echarle un rápido vistazo a la oferta gastronómica, la soltaron encima de la mesa.
Entonces se miraron. En los ojos de los dos brillaban la inteligencia, la astucia y la codicia. Se sonrieron como sonríen los lobos antes de atacar un gallinero. Uno de ellos reparó en el reloj que llevaba puesto el otro y le preguntó en qué joyería lo había comprado. El preguntado le procuró la información sobre el sitio donde lo había adquirido y su precio.
—Barato —afirmó el recién informado—. Tengo encargado un reloj que me costará dos millones de euros.
—¿Supongo que es el mejor reloj que habras tenido nunca?
—No. No lo es. El mejor reloj de mi vida lo tuve de niño.
—¡Vaya! —sorprendido el otro—. ¿De qué estaba hecho?
—De papel. Lo dibujé yo mismo, lo recorté y, con saliva  me lo pegué a la muñeca.
—Estás bromeando —soltando una desconcertada risa su interlocutor.
—No. Ese fue mi mejor reloj porque ningún otro me ha procurado la ilusión que aquél me procuró.
Viendo el brillo realmente ilusionado de los ojos de su compañero de mesa, el hombre que iba adquirir un reloj de dos millones de euros tuvo la convicción de que merecería la pena hacer negocios con un hombre que no ocultaba su humilde procedencia,  y además hacía alarde de ella. Por este proceder suyo consideró valdría la pena hacer negocios con él pues demostraba ser una personas sincera y honesta.  

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