EL LLANTO DE LAS MUJERES Y EL LLANTO DE LOS HOMBRES (PÍLDORAS FILOSÓFICAS)

(Copyright Andrés Fornells)
Los hombres lloramos mal. Los hombres lloramos mal porque nos falta práctica, intentará justificar más de uno. Es cierto que practicamos poco el llanto. Pero no está ahí la cuestión. Los hombres lloramos mal porque nos vemos ridículos llorando. Nos vemos ridículos y también feos. Y porque también nos ven así los demás procuramos llorar lo menos posible. Incluso cuando lloramos de felicidad.
Con las mujeres ocurre todo lo contario, en cuanto sueltan un par de lágrimas despiertan compasión y hasta amor. Conozco a muchos hombres que se han enamorado de mujeres en el momento mismo de verlas arrugar la nariz y llenárseles de humedad los ojos; y que al escuchar su primer sollozo les han puesto a sus pies, de felpudo, su encandilado corazón.
Hombres, si la pena os parte el corazón aguantad con los ojos secos, las mandíbulas apretadas y la expresión dura, porque estéticamente es lo único que puede favoreceros.
La naturaleza decidió crear cosas que son exclusivamente femeninas, y una de ellas es el llanto. Hombres, no podéis hacer nada al respecto, no podéis cambiarlo. Únicamente podéis resignaros y aceptarlo con humildad.
Yo me resigné hace mucho tiempo. Por eso cada vez lloro menos y sonrío más a pesar de que no tengo los dientes bonitos. Esto de los dientes podría arreglármelo un buen dentista, pero los dentistas, hasta los muy malos, son muy caros.
Claro que una buena solución sería casarme o emparejarme con una dama-dentista. No crea nadie que no lo he intentado, pero tengo la mala suerte de que siempre se me ha adelantado algún despabilado con dentadura tan fea como la mía.

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