UN AMOR EXTRAORDINARIO (MICRORRELATO)

Carmelita era una chica más pesada que un elefante en brazos.
—Lalito, ¿tú me quieres? —acababa de preguntarle, por enésima vez, al chico con el que salía.
Él elevó los ojos al cielo, lanzó un bufido de exasperación y respondió dando muestras de agotamiento:
—No me preguntes más, si me importas, ¡jope! Juzga lo siguiente: Tengo tu voz grabada permanentemente en mis oídos y en el celular, y me embriaga oírla; tu divino olor está siempre presente en la perfumería de mi memoria y en el pañuelito tuyo que guardo y aspiro continuamente con fruición, tu sonrisa la añoran todo el tiempo mis ávidos labios que besan la barrita de carmín que tengo tuya, y tu nombre lo llevo tatuado a fuego en el corazón, en el alma y aquí en el pecho —se desabotonó parte de la camisa mostrándoselo—. Así que, por favor, no hieras más mis delicados, tiernos sentimientos preguntándome si te quiero. ¡Jope ya! ¿Vale?
—Vale. Es que me gusta tanto escuchártelo decir que no me canso de oírlo—ella mostrándose encantada.
Antes de transcurrido un año de su relación, Lalito había desaparecido, a propósito, en una selva amazónica y Carmelita metido a monja.
Lo de Lalito fue una intencionada fuga, lo de Carmelita repentina vocación religiosa.

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