UN MARIDO ACOMODATICIO (MICRORRELATO)


(Copyright Andrés Fornells)
Carlitos Medina había sido toda su vida una persona, serena, calculadora y práctica. Trabajaba de cartero, e iba con una motocicleta amarilla perteneciente a la compañía de Correos, arriba y abajo repartiendo cartas y afrontando, alguna que otra vez el peligro de ser mordido por un perro rural al que no gustaba el ruido que hacía su vehículo. Por su rutinario y, en ocasiones peligroso trabajo, Carlitos ganaba un sueldo tan modesto que a su mujercita y a él no siempre les alcanzaba para comer todos los días del mes.
Un día Carlitos vio que Irina, su mujer, llevaba puesto alrededor de su muñeca un precioso relojito de oro que él no le había comprado. Se lo señaló y dijo:
—Llevas un relojito que es una preciosidad.
Ella sonrió y manifestó complacida:
—Sí, a mí también me gusta mucho.
Otro día Carlitos vio que rodeaba el esbelto cuello de su mujer un magnífico collar de diamantes y dijo:
—Llevas un collar que deslumbra de bonito.
—Sí, a mí también me gusta mucho —dijo ella contemplándose en el apolillado espejo que colgaba de la pared del salón que, por tener cosas feas, tenía hasta grietas.
Otro día, Carlitos vio que su mujer se metía en el dormitorio y comenzaba a hacer la maleta. Sin pensárselo un solo instante también él empezó a hacer la maleta suya.
Sorprendida a más no poder, Irina quiso saber:
—¿Qué haces?
Carlitos lleno de entusiasmo respondió:
—Hago lo mejor que puedo hacer dadas las circunstancias. Irme con vosotros. Contigo y con el ricachón que te hace tan espléndidos regalos.
Ya conté, al principio, que Carlitos era una persona serena, calculadora y práctica

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