A TODAS LAS MADRES Y, EN ESPECIAL, A LA MADRE MÍA (ACTUALIDAD)

madremia
Madre, la primera maravilla que contemplaron, al abrirse mis ojos, recién nacido, fuiste tú. Y te vi luminosa, como envuelta en ese halo de luz limpia que posee el alba.
Madre, fue la tuya la primera voz humana que escucharon mis oídos, y reconocí al instante que era mágica. Y mágica demostró ser siempre a la hora de tranquilizarme, consolarme y alegrarme.
También tus manos, cálidas, amorosas, eran mágicas, madre. Con ellas, cuando me acariciabas, conseguías brotaran de las fuentes de mi alma alocados manantiales de ternura y de dulzura.
Madre, con la imprescindible ayuda de tus afanosos, continuados y esmerados cuidados fueron creciendo mi cuerpo y mi mente. Y me maravillaste todo el tiempo, con tus pródigos derroches de paciencia, dulzura y bondad.
Y, añadido a todo lo demás, madre, ¡eras tan hermosa! ¡Increíblemente hermosa! Tenías unos ojos grandes, expresivos, bellos, brillantes, negros como la antracita. Y una sonrisa deslumbrante, doble, diferente si nos la regalabas con la boca cerrada o con la boca abierta. Y tu risa, madre, era un manantial de agua cristalina, franca, contagiosa, sublime. Me era imposible escucharla, sin romper yo también a reír.
Todos cuantos te conocían, sentían admiración y aprecio hacia ti, y viéndolo, yo me ahogaba en un mar de orgullo, como si de esos bellos sentimientos que tú despertabas, tuviera yo también una parte de mérito.
A todas las cualidades tuyas que he mencionado ya, puedo añadir otras más. Por ejemplo, tu resistencia al sufrimiento, tu espíritu de sacrificio, tu coraje para enfrentarte a los avatares que sembraron, despiadadamente, nuestra existencia.
Madre, cuando dicen que la arruga es bella, pienso en ti, de anciana.
Madre, cuando dicen que el cabello gris significa largo camino andado, pienso en ti.
Madre, nunca sabré amar a nadie como te amé a ti. Ni tampoco amaré a nadie que merezca ser amado más que tú.
Y de igual modo, madre, nunca nadie me amará con tanta generosidad y dedicación como me amaste tú.
También dicen que el tiempo es un río que, inexorablemente, nos arrastra hacia un mar de silencio, olvido e invisibilidad. Ese río jamás conseguirá que yo silencie mi amor por ti, que te olvide o deje de verte con los entrañables ojos del recuerdo.
Tú sabes, madre, que yo vivo con solo la mitad de mí, la otra mitad se fue contigo cuando tu muerte nos separó.
Madre, hoy es tu día y el día de todas las madres. Afortunados somos los hombres, todos los hombres, por teneros o por haberos tenido.

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