EL DEMONIO NO QUERÍA ACEPTAR SU OFRECIMIENTO (MICRORRELATO)

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EL DEMONIO NO QUERÍA ACEPTAR SU OFRECIMIENTO

           Marta Coleta había iniciado la cuesta de los cuarenta y comenzado a preocuparse porque la juventud se le escapaba mientras la sombra de la vejez se le acercaba. Marta había leído “El retrato de Dorian Grey, obra maestra del genial y desdichado escritor Oscar Wild, la cual le había impresionado profundamente y despertado en ella el deseo de imitar al protagonista principal del mencionado libro.

          Una amiga amante del esoterismo, a la que se lo comentó, tuvo a bien revelarle un extraordinario secreto:

         —Todos los días 13 del mes, en el Cementerio de las Mil Cruces, por la noche, aparece el demonio y atiende a todas las peticiones que se le hacen.

          Fue día 13 cuatro días más tarde. Marta, que había creído a pies juntillas lo revelado por su amiga, se acercó al Cementerio de las Mil Cruces. El lugar estaba cubierto de bruma y el aire cargado de humedad. Temblando de frío y de miedo por los extraños ruidos que escuchaba y las fantasmales figuras que creía distinguir entre las densas sombras que la rodeaban esa noche sin luna ni estrellas, con voz entrecortada, balbuceante, Marta logró decir:

         —Demonio, he venido a pedirte un gran favor y si me lo concedes podrás disponer de mi alma como quieras.

         De pronto hubo una atronadora, cegadora explosión a escasos cuatro metros de ella y por entre la nube de humor que se había producido apareció un ser espantoso, aterrador, que con voz de ultratumba le dijo:

        —Hembra mortal, pídeme lo que quieras, y te lo concederé.

        —Concédeme treinta años más de juventud y terminado este tiempo podrás quedarte con mi alma, para lo que quieras hacer con ella.

        —Te concederé lo que me pides y no tendrás que darme tu alma. Tengo ya tantísimas almas que no sabría dónde ponerla.

        El maligno se sacó de su trasero una barita mágica, golpeó con ella la cabeza de Marta, y ésta se convirtió inmediatamente en una bellísima veinteañera.

         La convertida, por medio de la magia, en hermosa joven le dio miles de veces gracias al rey del Averno por haberle concedido lo que tanto anhelaba.

         El demonio soltó una estentórea, maligna, siniestra carcajada,  produjo una nueva explosión y desapareció.

          Marta llevó durante 30 años una vida disipada, lujuriosa, feliz. Pero como los pesimistas suelen decir: “30 años no es nada”. Marta se acostó un día 13 del mes, joven, y al día siguiente despertó convertida en una anciana de 70. Pero como Marta además de haber vivido intensa y disipadamente había adquirido cierta sabiduría, viendo su   depauperada, espantosa figura delante del espejo y a pesar de los achaques que torturaban su consumido cuerpo esbozó una sonrisa y dijo sensata y resignada:

          —No me quejaré de todo lo malo que se me ha venido encima. A mí que me quiten lo bailado.

          Se acercó a la barandilla del balcón del décimo piso en el que vivía y antes de arrojarse al vacío manifestó con extremada malicia:

          —En contra de lo que tú querías, demonio, tendrás que quedarte con mi alma.

 

 

 

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