YA ME PARECÍA A MÍ (Microrrelato)

YA ME PARECÍA A MÍ 

sofaElla era bonita, cariñosa, además de extremadamente atenta y servicial conmigo. Yo acababa de llegar de mi trabajo. Tenía una pequeña tienda de ropa y aquel día había estado vendiendo bragas y sujetadores Christian Dios escandalosamente rebajados. Una continuada avalancha de compradoras había terminado con todas mis existencias. Yo había permanecido todo el tiempo de pie, por lo que terminé agotadísimo y con los pies hinchados.

Cuando llegué a casa, ella, mi mujercita, después de darme un par de besitos amorosos se compadeció de mí. Me acompañó hasta el sofá y obligándome a sentarme dijo:
—Pobrecito mío, vienes muerto de cansancio. No te muevas de aquí, mi amor, que yo te cuidaré y mimaré todo el tiempo.
Y efectivamente. Me quitó los zapatos, realizó unos relajantes masajes a mis pies y finalmente los calzó con unas comodísimas zapatillas de felpa. Después me hizo un ponche para que recobrase fuerzas, y finalmente me preguntó qué me venía de capricho para cenar. Le contesté, embelesado, que me hiciera lo que ella quisiera.
—¿Qué te parece una langosta Termidor con sus patatitas, sus guisantitos, sus setas y todo ello regado con un Vega Sicilia del 98?
—Divino, mi vida, eres la mejor esposa del mundo.
Me repantigué bien en el sofá, una dulce sonrisa de felicidad bailando en mis sensuales labios y finalmente cerré los ojos y me dormí.
Un rayo de sol dándome en la cara me despertó. No me hallaba más en el sofá, me encontraba acostado en mi cama y, todo lo anterior había sido únicamente un hermosísimo, fantasioso sueño.

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