UN ABUELO SABIO (MICRORRELATO)

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UN ABUELO SABIO

       Mi abuelo Silvino era un hombre pastueño, socarrón y sabio. Cuando yo era chico lo acribillaba a preguntas. Cualquiera duda o curiosidad que me entraba, a él acudía yo convencido de que me daría las respuestas que yo necesitaba acuciantemente, porque cuando uno es pequeño, curioso y hambriento de conocimientos nuevos y de solución a los misterios que le surgen, cualquier cosa le resulta urgente no importa lo tonta o insignificante que pueda parecerles a los adultos.

       Vivíamos entonces en un viejo piso metido dentro de un barrio obrero y el lugar favorito de mi abuelo, cuando hacía buen tiempo, era sentarse en el balcón, pues añorando los grandes espacios como les ocurre a tantos campesinos jubilados que los encierran en grandes ciudades, y allí en nuestro balconcito levantando la cabeza él podía ver el cielo y leer, si había nubes, la posibilidad o no de que llevaran lluvia.

       Sentándome a sus pies y buscándole con la mirada sus cansados ojos le pregunté cierta vez:

       —Abuelo, ¿quiénes son más inteligentes, los hombres o las mujeres?

       No sé si le sorprendió mi pregunta, pero esbozó una socarrona sonrisa y tras pensárselo un momento contesto:

        —Eso dependerá de la mujer o del hombre que tengamos que juzgar. ¿Tú quieres que generalice, nene?

        Imitando a los novios ante el altar, afirmé fortaleciendo mi afirmación con enérgicos movimientos de mi eternamente despeinada cabeza:

        —Sí quiero.

        —Bien, generalizando: Al hombre, su inteligencia, tenga mucha o tenga poca, no le dura más allá del día en que se enamora de una mujer hermosa y astuta.