UNA AVENTURA ESPECTACULAR (segundo fragmento)

           Miguelito les vio a los dos encaminarse hacia el ascensor, con ojos cargados de envidia. <<¡Qué potra tiene el cabrón de Pepe! ¡No más llega el tío, y besa el santo!>>

          Lo mismo que él estaba pensando su amigo dentro de la caja metálica dando y recibiendo besos como si la extranjera y él estuvieran ambos tomando parte en una competición con premio importante para el mejor.

        La habitación de la turista se hallaba situada en la cuarta planta. Más entretenidos en el cambio de caricias que en el de ganar terreno,  tardaron veinte minutos en recorrer los escasos diez metros de distancia que existían desde el ascensor al aposento de su inesperada pareja. Mientras ella, encendida de pasión abría la puerta con su llave, comunicó a su acompañante:

        —Mi llama Diana.

        —Un gustazo. El nombre mío es Pepe. Pepe el cariñoso.

        —¿Cariñoso?

         La palabra no le había sonado a ella. Pepe Fiesta trató de traducirlo al idioma inglés:

        —Pepe, the big lover.

        —Oh, esto sí gusta mí mucho. Big lover

    Entraron dentro de la habitación. Diana tiró su bolso encima de una silla y a continuación  rodeó con sus brazos el cuello del ligón, que a su vez le rodeó las dos firmes circunferencias que le sobresalían a ella nada más finalizar su espalda. Dieron los dos varios giros muy coreográficos intercambiando besos de tornillo antes de terminar aterrizando sobre la mullida cama.

        Presos de una misma urgencia, se afanó cada uno de ellos en la tarea de desvestir al otro lo más rápido posible.

        Y a partir del momento que lograron ambos la desnudez total, sus besos y caricias fueron abrasantes, salvajes, desesperadas, mientras intercambiaban posiciones pasando el dominador a ser dominado, y viceversa. No tardando mucho en alcanzar el objetivo final: el acoplamiento perfecto.

         Pero fue la suya una actuación demasiado ansiosa, apresurada y rápida, que les llevó casi en seguida a la explosión relajante.

         —Pequeño descanso, gitano, y otra vez trico-traco, ¿sí? —murmuró Diana, jadeante todavía.

         —Cuenta conmigo, mi alma —rió Pepe Fiesta, muy complaciente y complacido.

         —Mi despierta ahora, pajarraco dormido. ¿Tú gusta?

     —Con locura, reina  mía. Lo de pajarraco me ha encantado. Pajarito  me habría resultado ofensivo.

         Diana tenía la boca llena y optó por no decir nada, o mejor dicho por exteriorizar algo parecido a gorgoritos.

         De pronto escucharon un ruido junto a la puerta. Volvieron hacia ella la cabeza, intrigados.

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