APRENDIENDO DE LOS HIJOS

APRENDIENDO DE LOS HIJOS

China y Pochi, dos adolescentes con cuerpos adornados con tatuajes y piercings, despiertan cerca del mediodía con resaca de caballo, consecuencia de una gloriosa noche-madrugada de no menos glorioso botellón. Bostezos cavernícolas por partida doble.

—Joder, tía, alucino. Qué mierda cogimos anoche. Estoy muerta de hambre, ¿tú no?

—Yo igual, tía. ¡Qué vacile! Vamos a la cocina. Nuestra vieja nos tendrá preparado un suculento desayuno.

Camino de la cocina, arrastrando los pies, apoyándose la una en la otra como si fueran dos ancianas, notan viene hacia ellas un olor dulzón que les resulta muy familiar.

—Oye, huele a porro, ¿no tía?

—Sí, y de calidad, tía. ¡Qué raro!

Entran en la cocina y se llevan una gran sorpresa. En la encimera están todos los cacharros sucios de la cena de la noche anterior, y su madre sentada a la mesa tiene encima de ella una botella de ginebra medio vacía, una copa en la mano y está fumando, con notoria fruición, un canuto. Ni se ha lavado ni se ha peinado.

—Pero ¿qué ocurre aquí, mamá? —escandalizadas las muchachas.

—La igualdad, tías. Quiero ser como vosotras y pasar de todo. Se vive divinamente así, pasando de todo. Voy a pillar esta mañana un colocón de puta madre, y evadirme de la sucia y estúpida realidad. La realidad es aburrida, letárgica, retrógrada.

Sus hijas tardan un par de horas en convencerla de que, en adelante, la ayudarán en las tareas de la casa y serán dos chicas responsables, si ella cumple su rol materno igual que antes de convertirse en pasota.

—Bien, probaremos. Mientras yo me aseo. Una de vosotras empezará a limpiar todos los cacharros sucios, que hay en lo alto de la encimera. La otra empezará a limpiar vuestro cuarto que tenéis siempre convertido en pocilga.

—Mamá, mientras nosotras hacemos eso, ¿tú nos prepararás un buen desayuno?

—Yo os prepararé un buen desayuno, pero no os lo comeréis hasta haber terminado las tareas que os he encomendado y, como no os comportéis como dos chicas normales y sensatas de ahora en adelante, yo volveré al disfrute de la ociosidad, el abandonó, la bebida y los porros.

China y Pochi aprendieron la lección y se convirtieron en las dos chicas normales que quería su esforzada madre.

(Copyright Andrés Fornells)